Vie, 26 Abr 2024 17:53 PM

El mexicano Amador y las peleas en el béisbol japonés

 

   Una de las escenas más curiosas que pudieron observarse en la NPB la semana pasada fue el intento de agresión del mexicano Japhet Amador sobre el lanzador japonés Nao Higashihama en el juego Rakuten vs SoftBank del viernes primero de septiembre.

 

   En su primer turno al bate, el Gigante de Mulegé, que defiende lo colores de Rakuten, perdió la paciencia con el derecho de SoftBank luego de recibir un par de lanzamientos muy pegados a su cabeza y salió corriendo al montículo con la intención de agredirlo.

 

   Los jugadores de ambos equipos intervinieron de inmediato para detenerlo y afortunadamente la cosa no pasó a mayores, pero esa reacción le costó su expulsión del partido, por lo que tuvo que ser reemplazado de inmediato.

 

   A raíz de este hecho, nuestro amigo y colega Heriberto Franco nos preguntó desde México que si este tipo de peleas son comunes en la NPB y si hubo o no mala intención por parte del serpentinero japonés en este caso. Se trata de un par de excelentes preguntas que vale la pena responder con más detalles en este espacio.

 

   Las peleas, o tánganas, como también se les conoce, no son comunes en el béisbol japonés, pero sí se ven de vez en cuando, especialmente cuando involucran a jugadores extranjeros que malinterpretan un lanzamiento o gesto de un jugador japonés.

 

   Las peleas entre jugadores japoneses son más raras todavía, pero también se observan en alguna que otra ocasión. Después de todo, la paciencia zen también tiene su límite. Sin embargo, en términos generales este tipo de confrontaciones sobre el terreno son mucho menos comunes en Japón de lo que lo son en los Estados Unidos o Latinoamérica.

 

   La razón es muy sencilla, ese “machismo” que se ve tan frecuentemente en las Grandes Ligas o los circuitos del Caribe prácticamente no existe en Japón. Mientras en el primer caso los jugadores sólo están pendientes de demostrar quién es el más macho, en el segundo están obsesionados con sacrificarse en beneficio de su equipo.

 

   Se trata de una versión deportiva del eterno debate entre el individualismo y el colectivismo. En un lado gobierna el discurso del “yo”. Todo tiene que ver conmigo: ¿cuánto dinero me vas a pagar? ¿Dónde va a salir mi imagen? ¿Cuál va a ser mi turno al bate? ¿Dónde está mi asistente? ¿No me vas a pedir permiso para contratar a ese jugador?

 

   El culto al individuo se cultiva desde que somos niños y todo tiene que ver con ser rico y famoso y tener muchas posesiones personales, sin importar el costo de obtenerlas ni mucho menos si se perjudica a otros al momento de adquirirlas.

 

   Por eso es que los jugadores de Grandes Ligas tiran guantes y quiebran bates cuando se molestan, insultan a los umpires y se pelean con quien se atreva a llevarles la contraria, porque si algo debe quedar claro es que ellos están primero y los demás no.

 

   En el otro lado, se impone la cultura del colectivo y la idea de que ninguno de nosotros jamás podrá llegar a ningún lado sin la ayuda de los otros. De hecho, cualquier muestra de individualismo es severamente castigada. Como dice el popular dicho nipón: “el clavo que sobresalga será vuelto a clavar”.

 

   Esa idea se les enseña a los niños desde que están pequeños y se les recuerda frecuentemente durante el resto de sus vidas. Es parte de la cultura corporativa de todas las instituciones de la sociedad y los equipos de béisbol no son la excepción.

 

   Es por eso que los jugadores japoneses rara vez protestan una decisión arbitral. Cuando los ponchan con un lanzamiento dudoso, simplemente se limitan a sonreír sarcásticamente y a regresar tranquilos al dugout, sin siquiera mirar al umpire.

 

   Cuando un lanzador tiene una mala salida, jamás lanza su guante contra el piso o los asientos del dugout, simplemente se sienta a reflexionar sobre lo que ocurrió o, en casos extremos, se agacha y se pone a llorar sobre el montículo, como lo hizo Takahiro Norimoto en el juego de ayer después de haber sido dejado en el terreno por un sencillo de Alfredo Despaigne.

 

   El toque de sacrificio, que se utiliza muchísimo en la NPB, es la máxima expresión del colectivismo japonés, ya que representa el sacrificio del individuo en beneficio del grupo al que pertenece. Es por eso que los clubes nipones se esfuerzan en anotar sus carreras una por una, trabajando en conjunto, en lugar de sentarse a esperar el jonrón de un bateador particular.

 

   Otro detalle importante es el cuidado de la imagen, que es quizás el aspecto más importante de la cultura japonesa. Todo en la sociedad depende de la imagen, tanto personal como corporativa, por lo que el más mínimo daño a la misma podría significar la ruina de las personas o instituciones involucradas.

 

   La lamentable reacción de Amador en ese juego afectó negativamente la imagen de Rakuten, que como todo equipo japonés sólo desea proyectar respetabilidad y civismo.

 

   Afortunadamente para él, todo se quedó en su expulsión del juego. No recibió ninguna suspensión adicional de la liga, aunque sí es probable que el equipo le imponga una modesta multa económica como recordatorio de que eso no debe volver a ocurrir.

 

   Es por esto que ese tipo de peleas son casi siempre protagonizadas por jugadores extranjeros recién llegados a la liga que todavía no están al tanto de cómo funcionan las cosas en Japón.

 

   Recordamos, por ejemplo, esta del venezolano Roberto Petagine cuando jugaba con Yakult. Recibió un pelotazo de Hitoki Iwase, quien se quitó la gorra y realizó una pequeña reverencia de disculpa, sólo para el criollo saliera corriendo al montículo a atacarlo.

 

   Iwase nunca levantó sus manos para tratar de enfrentarlo, simplemente se quitó del camino como lo hizo Higashihama ante Amador en el juego del viernes. Los japoneses saben que pelear no los va a llevar a ningún lado, sino que más bien los va a meter en problemas porque eso representa una deshonra enorme para sus equipos.

 

   Veamos ahora otro ejemplo, esta vez protagonizado por el norteamericano Tyrone Woods, quien recibe también un lanzamiento pegado a la cabeza y, tal como lo hizo Amador, salió corriendo al montículo a atacar en lanzador, con la diferencia de que esta vez sí logró pegarle un puñetazo en la cara.

 

   El lanzador japonés nunca levantó las manos para defenderse. De hecho, dejó que le pegara en la cara y luego se retiró adolorido. Tan calmada fue su actitud que el propio Woods se paró después de darse cuenta de que le había pegado -y bien duro- en la cara.

 

   Lo más cercano que hemos visto a una tángana entre japoneses fue esta reacción del veterano de los Carpas de Hiroshima Tomonori Maeda después de recibir un pelotazo de un joven lanzador de las Golondrinas de Yakult.

 

   Ese golpe le fracturó el brazo y redujo drásticamente el número de juegos que pudo disputar en su última campaña como profesional, lo que lo molestó no sólo a él sino también a los fanáticos de su equipo.

 

   Esa excusa, por sí sola, era suficiente para correr al montículo y tratar de agredir al lanzador, pero el veterano Maeda, que representa un ejemplo a seguir para los jugadores más jóvenes y los fanáticos, se limitó a reclamarle airadamente la falta cometida, mientras que el lanzador se disculpaba sin parar.

 

   Ahora, los japoneses no son tontos, por su puesto. Cuando alguien los ataca, no dudan en defenderse, especialmente cuando se trata de un extranjero como Matt Murton, que aquí se desliza en el plato como si fuese Pete Rose en los años 70.

 

   El receptor de Yakult no perdió el tiempo en pararse y hacerle entender que así no es como se desliza uno en la NPB y que si lo vuelve a hacer va a tener que pagar las consecuencias.

 

   En lo que respecta a si los lanzadores japoneses son o no malintencionados cuando realizan sus lanzamientos, la respuesta es obviamente negativa.

 

   Por las razones que ya explicamos anteriormente, un lanzador japonés jamás pondría en riesgo su reputación como profesional ni tampoco la de su equipo al hacer algo que no sólo podría expulsarlo del juego sino también acarrearle una sanción y una multa.

 

   Si cuando los vienen a atacar al montículo simplemente se limitan a quitarse del medio, como ya lo vimos en los ejemplos anteriores, no tiene sentido que quieran realizar lanzamientos malintencionados sabiendo que eso podría desatar una pelea en la que no desean participar.

 

   Muchos de nuestros seguidores en las redes sociales se burlaron de lo rápido que corrió Higashihama cuando Amador salió a perseguirlo, pero al mismo tiempo reconocieron que la reacción del mexicano fue exagerada.

 

   Podemos decir dos cosas al respecto. La primera es que no entendemos el porqué se burlan de Higashihama. Nosotros probablemente hubiésemos corrido más rápido que él en una situación similar. De hecho, dudamos mucho de que cualquiera de los autores de esos comentarios se hubiese atrevido a enfrentar a Amador en esa situación.

 

   La segunda es que estamos de acuerdo con que la reacción de Amador fue exagerada y que quedó claro que fue él quien quedó fuera de lugar en el incidente.

 

   Las reglas de la NPB le permiten a los umpires expulsar a los lanzadores si consideran que éstos han realizado un lanzamiento peligroso, ya sea intencionalmente o no. En este caso, el umpire no lo vio de esa manera y no expulsó al lanzador, pero sí al mexicano por su peligrosa conducta.