Mar, 23 Abr 2024 16:19 PM

Exiliado en el paraíso: la historia de Chico Barbón

   Este viernes amanecimos con la triste noticia del fallecimiento del cubano Roberto “Chico” Barbón, el primer latino en jugar en el béisbol profesional japonés, quien sucumbió a los 89 años de edad a una neumonía aguda en un hospital de Nishinomiya, Japón.

 

Tuvimos el increíble honor de conocer y entrevistas varias veces a Chico Barbón

 

   Tuvimos el increíble honor de conocerlo personalmente y entrevistarlo en varias ocasiones y los cuentos de su vida son tan extraordinarios que siempre quisimos reunirlos en una biografía titulada “Exiliado en el Paraíso: la historia de Chico Barbón”.

 

   Todo comenzó con su viaje a Chicago para ver acción en la ligas negras de los Estados Unidos, una experiencia que lo llevó a viajar por ese país y a recibir, en una ocasión particular, la patada más dura que le dieron en su vida por atreverse a tomar agua en un bebedero que estaba reservado para blancos. “De haberlo sabido, nunca lo hubiese hecho”, nos explicó.

 

   Esa experiencia le permitió conocer y hacer amistad con el dueño de los Trotamundos de Harlem, Abe Saperstein, quien le habló de una oportunidad para ir a jugar en el béisbol profesional japonés. Chico aceptó el reto y se embarcó en un largo viaje a ese país en febrero de 1955.

 

   En ese entonces, cruzar el océano Pacífico era una odisea tan grande que la línea aérea PanAm entregaba un diploma a todos los pasajeros que la completaban, luego de hacer escalas en Hawaii y la Isla Wake antes de aterrizar en Japón.

 

   Creyendo que el archipiélago nipón tenía un clima similar al de Hawaii o las Filipinas, Chico sólo empacó camisas veraniegas para su viaje y no entendió el porqué todo lucía blanco a las afueras del avión luego de aterrizar en Tokio. El frío se encargó de explicarle que estaba en pleno invierno.

 

   Por ser el único extranjero en su nuevo equipo, Bravos de Hankyu, no le quedó otro remedio que aprender japonés rápidamente para poder comunicarse con sus compañeros y pedir la comida que más le gustaba. Su contagiosa sonrisa y amigable personalidad le facilitaron mucho esa tarea.

 

   Al principio, le sorprendió que todos los lanzadores japoneses tiraban la pelota por debajo del brazo, cosa que le dificultaba mucho hacer contacto con la misma, pero no le tomó mucho tiempo adaptarse y convertirse en uno de los mejores jugadores de su club.

 

Chico aprendió a adaptarse rápido a la cultura japonesa

 

   Su velocidad en las bases lo llevó a ganar 3 títulos de robos, 2 de triples y 2 de carreras anotadas, además de participar en un juego de las estrellas en el que lo premiaron con un pan gigante. Japón, en ese momento, estaba muy lejos de ser el país súper avanzado que conocemos hoy día.

 

   Su plan original era quedarse en la NPB por 2 o 3 temporadas y luego regresarse a Cuba, pero entonces llegó la revolución, cerró las fronteras y no le permitió hacerlo, por lo que se vio obligado a quedarse en Japón y continuar jugando ahí.

 

   Lo que en el papel pareció una tragedia se terminó convirtiendo en el hecho más afortunado de su vida. Se casó con una japonesa y se retiró como pelotero activo luego de haber disputado 1.353 partidos al máximo nivel del circuito, todavía hoy uno de los totales más altos para un extranjero.

 

   Una de sus hazañas más chistosas, si bien poco conocidas, es la de haberle arruinado un juego perfecto al “Hombre de Hierro” Kazuhisa Inao, quien en una ocasión le cedió un jonrón solitario al comenzar un partido y luego retiró en fila a los siguientes 27 bateadores.

 

   “Voy a entrar al Salón de la Fama sin haber lanzado nunca un juego perfecto y es por tu culpa” le decía siempre el inmortal lanzador a su rival caribeño cada vez que lo veía en un estadio o algún evento especial en el que coincidían ambos.

 

   En otra ocasión, Chico se metió en problemas con el gran Rikidozan, la máxima estrella de la lucha libre japonesa de los años 60, luego de revelar públicamente que sus peleas eran coreografiadas. El corpulento atleta tenía toda la intención de golpearlo en la cara pero su desafortunada muerte se lo impidió.

 

   Luego de su retirada como jugador, Chico abrió y manejó exitosamente una pizzería por 10 años, antes de regresar de nuevo al mundo de béisbol con Hankyu, quien lo contrató para que fuera el manager de su equipo menor y luego el intérprete y asistente de los peloteros extranjeros del club.

 

Chico hizo gran amistad con Greg "Boomer" Wells

 

   Eso le permitió conocer y hacer una gran amistad con Robert Marcano, el primer venezolano en jugar en la NPB, quien también pasó 11 temporadas en la liga, y más adelante con el estadounidense Greg “Boomer” Wells, con quien se mantuvo en contacto hasta el final de su vida.

 

   Gracias a su fama y carisma, Chico apareció en varias películas y programas de televisión a lo largo de su vida y además protagonizó comerciales y participó como comentarista en diversas transmisiones de juegos del circuito, tanto en radio como en televisión.

 

   En los años 80, un canal de Hiroshima realizó un documental acerca de su vida que lo llevó de vuelta a Cuba casi 30 años después de su partida. El impacto de ver todo cambiado a su regreso lo convenció de que haberse quedado en Japón fue lo mejor que le pudo pasar.

 

   Al momento en que lo conocimos por primera vez, en octubre de 2010, Chico trabajaba como asistente de los jugadores latinos de los Búfalos de Orix, a quienes atormentaba ocasionalmente con sus consejos diarios para adaptarse mejor a la liga y el país.

 

   Sin embargo, sus palabras eran siempre bien recibidas y éstos nunca perdían la oportunidad de bromear con él, como lo hacía el venezolano Alex Cabrera, quien no dudaba en decirle con una sonrisa “tu tiempo ya pasó, Chico. Los japoneses ahora sólo contratan jonroneros como yo”.

 

   El dominicano Tony Blanco, algunos años después, nos contó cómo Chico no dejaba de llamarlo para decirle lo que estaba haciendo mal con su swing. “Yo quería romper ese teléfono cada vez que sonaba. Chico me tenía loco, vale”, nos comentó entre carcajadas.

 

   A sus 80 años, Chico todavía estaba en buena forma física. Subía las escaleras de las estaciones de trenes con habilidad, caminaba con energía y, sobre todo, se mantenía al tanto de todo lo que ocurría en la NPB viendo los partidos por televisión o visitando directamente el Kyocera Dome de Osaka.

 

Chico en una película japonesa

 

   Su atención al detalle era impresionante, como pudimos comprobar de primera mano cada vez que lo vimos conversando con los peloteros latinos en el estadio. Discutía con ellos sus turnos al bate y los gestos de los managers hacia ciertos jugadores después de que éstos cometieran un error sobre el terreno.

 

   Hace unos años, lamentablemente, perdimos contacto con él. Su número de teléfono dejó de funcionar y no pudimos conseguir otra forma de contactarlo. Estaba claro que no había fallecido porque si ese hubiese sido el caso todo el mundo se hubiese enterado, pero al mismo tiempo no pudimos repetir de nuevo la agradable experiencia de hablar con él.

 

   Chico deja un legado enorme que no podría ser más importante para el béisbol latino en Japón. Si bien pasaron 10 años antes de que otro pelotero de habla hispana llegara a la NPB, poco después comenzó un desfile que todavía hoy continúa y que este año envió su primer representante al Salón de la Fama local.

 

   Los diarios japoneses no pudieron ser más generosos con la cobertura de su muerte. Todos sacaron a relucir sus fotos, tanto antiguas como recientes, y a destacar su sonrisa y la amigable personalidad que lo llevó a convertirse en una persona muy querida por todos.

 

   Los Búfalos de Orix, que se encargaron de anunciar oficialmente su fallecimiento, también le rindieron un merecido homenaje después de tenerlo en sus filas, en distintas posiciones y de manera casi ininterrumpida, a lo largo de 8 décadas.

 

   “Yo estoy encantado con la vida que he llevado aquí en Japón, no podría ser más feliz. Todo el mundo me conoce y me trata muy bien. Adonde quiera que vaya, desde Okinawa hasta Hokkaido, tengo amigos o conocidos. He tenido la oportunidad de conocer a todas las estrellas que han pasado por esta liga, sean japonesas o extranjeras. Al único que no conocí fue a Eiji Sawamura porque lamentablemente murió en la guerra, pero a todos los demás los he conocido. Además, he hecho películas y hasta tuve un restaurante, así que no me puedo quejar. Si me hubiese regresado a Cuba como tenía planeado, es probable que ya estuviese muerto”, nos comentó con una sonrisa la primera vez que lo entrevistamos en 2010. Que en paz descanse.