Una tarde en el famoso Estadio Koshien

   Este fin de semana que acaba de terminar tuve la fortuna de ver mi primer juego de béisbol en el famoso Estadio Hanshin Koshien de Nishinomiya y debo admitir que salvo algunos pequeños inconvenientes la experiencia fue maravillosa y cumplió todas mis expectativas.
 
   Sede de los Tigres de Hanshin, el Estadio Koshien –como se le conoce regularmente en Japón– está ubicado en la pequeña localidad de Nishinomiya, que queda entre las ciudades de Osaka y Kobe, y es muy conocido y hasta venerado en todo el país por una buena cantidad de razones.
 
   La más importante de ellas es que desde su fundación el primero de abril de 1924 en él se celebra el famoso Campeonato Nacional Colegial, un torneo anual que se realiza en dos ediciones, marzo y agosto, que enfrenta a los colegios de todo el país en un formato de eliminación directa.
 
   El torneo, que data de 1915, cuenta con tanta popularidad que los partidos son transmitidos en vivo por televisión a nivel nacional y la cobertura que reciben en los medios es tan o más extensa que la de los partidos profesionales. Incluso, cuando la edición de agosto tiene lugar, los Tigres de Hanshin son literalmente expulsados del estadio por 3 semanas hasta que termine el campeonato, porque lo que se ven obligados a jugar sus partidos como locales durante ese período en estadios ajenos.
 
   Desde que llegó a Japón en 1870, el béisbol se jugó siempre a nivel amateur –especialmente en los colegios, donde se arraigó como la disciplina deportiva por excelencia– y por mucho tiempo la idea de jugarlo a nivel profesional fue considerada como un sacrilegio. Adicionalmente, resulta muy atractivo para los espectadores japoneses ver a los jóvenes peloteros darlo todo sobre el terreno de juego no motivados por el dinero sino por la gloria de ganar un torneo tan famoso. Para ellos se trata del béisbol en su expresión más pura y eso es lo que hace al torneo y al estadio en el que se juega algo tan especial.
 
   Su condición de ser el estadio más antiguo del país también contribuye a su fama –podría equipararse al Wrigley Field de Chicago–, al igual que el hecho de que el famoso toletero norteamericano Babe Ruth jugó varios partidos de exhibición en él durante una gira de estrellas de las Grandes Ligas que tuvo lugar en 1934.
 
   Así mismo, su característico infield sin grama, cuya tierra oscura le da un toque místico, se ha convertido en la imagen por excelencia del estadio de béisbol ideal en Japón. Según me explicó un periodista local, la tierra del infield está compuesta de una mezcla de tierras y arenas traídas de distintas partes del país, lo que hace que su color sea más oscuro que el de la tierra que se ve normalmente en otros estadios.
 
   Por ser Hanshin el segundo equipo más popular del país después de los Gigantes de Yomiuri, el Estadio Koshien también es conocido por estar siempre lleno sin importar el puesto que ocupe el club en la tabla de clasificación –su apoyo podría compararse también al que los fanáticos dan a los Cachorros de Chicago–, por lo que resulta muy difícil conseguir entradas para ver un juego ahí.
 
   Sus fanáticos son probablemente los más bulliciosos y fieles de todo el país y su himno, que siempre es cantado fervientemente en todos los partidos, es el más popular y pegajoso de la liga. Igualmente, varias de las canciones de ánimo que cantan para apoyar a sus jugadores durante sus turnos al bate –cada uno tiene una canción distinta– están entre las más conocidas en el país, con la dedicada al veterano Tomoaki Kanemoto como la más popular.
 
   Con todo esto en mente, me dirigí al estadio a ver un partido entre los Tigres de Hanshin y los Gigantes de Yomiuri, lo que es sinónimo de entradas agotadas, por lo que tuve que apelar a mis contactos para poder conseguir la entrada.
 
   El acceso al estadio es fácil, ya que hay una estación de trenes de la compañía Hanshin apenas a 3 minutos de distancia del mismo, lo que resulta muy conveniente para los fanáticos, sobre todo tomando en cuenta que el estadio no tiene estacionamiento. Los trenes en sí suelen cargar banderas o cualquier tipo de símbolo animando al equipo los días en los que hay partidos.
 
   Por ser uno de los pocos estadios abiertos que tiene el país, existe siempre el riesgo de que la lluvia fuerce la cancelación del encuentro, pero afortunadamente este no fue el caso. El sol brilló alto en el cielo en una tarde calurosa ideal para jugar al béisbol.
 
   El único gran inconveniente que me encontré fue la señalización del asiento que me tocó en el boleto que obtuve. La información no sólo estaba escrita toda en japonés –en otros parques está en japonés e inglés, lo que facilita mucho las cosas– sino que también estaba desplegada de una forma muy confusa. Me tomó como 20 minutos y varias caminatas de ida y vuelta para encontrar mi asiento.
 
   Pero salvo eso, el resto de la jornada fue excelente. El estadio se llenó como era de esperarse, con los fanáticos de Hanshin cantando y saltando sin parar, haciendo honor a su fama.
 
   La comida disponible para los fanáticos no sólo es más variada y abundante que la que se ve en los estadios norteamericanos, sino además es comida de verdad, no comida rápida. La comida rápida sigue estando disponible, como los perros calientes o el pollo frito de KFC, pero también se encuentran cajas de bento de toda clase, curry japonés, yakitori –pollo a la plancha en varitas–, sushi y demás platos típicos de la comida japonesa. Además, también se venden las típicas golosinas y helados tanto en paletas como en “sundae”.
 
   En cuanto a las bebidas, se ven los típicos refrescos como la Coca Cola, pero también una gran cantidad hechos en Japón que no sólo incluyen bebidas gaseosas sino también tés fríos de una extensa variedad, varias opciones de bebidas energéticas, jugos y demás.
 
   Las cervezas, que son servidas directamente desde un sifón, vienen acompañadas de una de las partes más hermosas del béisbol japonés: las vendedoras de cerveza. En general, las vendedoras de cervezas en los estadios japoneses son todas chicas jóvenes y atractivas que visten un uniforme de pantalón corto y un color muy llamativo para que no se pierdan de vista. El barril de la bebida lo cargan en sus espaldas como si fuese una mochila y la sirven a sus clientes través de una manguera.
 
   Desde el punto de vista de los dueños de los equipos, una chica atractiva en pantalones cortos que esté siempre sonriente venderá siempre más cerveza y será más placentera a los clientes que un hombre no atractivo que trate de ganarse al público con chistes malos. Al menos en Japón, me parece que tienen razón y hasta me atrevería a promover la exportación de la idea.
 
   Uno de los eventos más llamativos de la experiencia de ver un partido en el Estadio Koshien es el lanzamiento de los globos silbantes en el intermedio de la séptima entrada. Así como en muchos otros estadio se realiza algún tipo de actividad en ese mismo momento, aquí se inflan unos globos que al ser soltados emiten un silbido mientras vuelan por el aire hasta que pierden todo el aire que tienen adentro. La costumbre es mantenerlos en la mano mientras suena el himno del equipo en el sistema de audio y luego soltarlos todos al mismo tiempo cuando termina. Es un espectáculo muy emocionante de observar.
 
   Otros pequeños detalles completaron la jornada, como observar a la mayoría de los fanáticos utilizar sus teléfonos inteligentes para tomar fotos o grabar videos cortos, escuchar la transmisión del partido por la radio o simplemente navegar por Internet durante los descansos. Los teléfonos celulares en Japón son tan avanzados que la mayoría de los que se utilizan en occidente no se pueden utilizar aquí porque no son compatibles con la red local.
 
   El partido de béisbol como tal, con las típicas sorpresas que se pueden observar en un partido de la liga japonesa, quedó más bien como el postre ante el espectáculo en sí de asistir al Estadio Koshien. Si alguna vez vienen a Japón, no dejen de intentar ver un partido de los Tigres de Hanshin en este estadio tan especial. La experiencia vale mucho la pena.
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