Sáb, 20 Abr 2024 04:05 AM

Baltimore y Seattle son ejemplos a seguir

   Las recientes contrataciones de jugadores japoneses realizadas por los Orioles de Baltimore y los Marineros de Seattle constituyen un verdadero ejemplo a seguir para todos aquellos equipos de las Grandes Ligas que estén interesados en adquirir talentos provenientes de la NPB en el futuro.
 
   Si comparamos la tranquilidad, el relativo anonimato con el que se desarrollaron las negociaciones y la satisfacción de ambas partes una vez alcanzado el acuerdo con la turbulencia y los constantes tambaleos que se han visto en los casos de Hiroyuki Nakajima, Norichika Aoki y Yu Darvish, la diferencia es del cielo a la tierra.
 
   Son varias las razones que separan el éxito de Baltimore y Seattle a la hora de firmar a Tsuyoshi Wada y Wei-Yin Chen, y Hisashi Iwakuma y Munenori Kawasaki, respectivamente, del fracaso sufrido por Nakajima en sus negociaciones con los Yanquis de Nueva York y las incomodidades experimentadas hasta ahora por Aoki con los Cerveceros Milwaukee y Darvish con los Vigilantes de Texas. La más notable de ellas es el controversial Sistema de Traspasos.
 
   Las normativas que rigen a la NPB obligan a sus jugadores a disputar nueve temporadas completas con sus respectivos clubes antes de poder ganarse el derecho a ser agentes libres, por lo que si éstos desean irse a las Grandes Ligas antes de alcanzar ese derecho su única opción es apelar a dicho sistema.
 
   Si sus clubes aceptan su solicitud, sus nombres serán puestos a la venta al mejor postor y el equipo de las Grandes Ligas que presente la oferta más alta ganará los derechos para negociar exclusivamente con él. Si ambas partes no llegan a un acuerdo contractual en 30 días, el jugador no tendrá más remedio que regresarse a jugar a Japón por al menos un año más.
 
   Este tipo de limitaciones para negociar obviamente abre las puertas a muchos problemas. Uno de ellos es el bloqueo intencional de jugadores. Como éstos no tienen la libertad de negociar con ningún otro equipo salvo el que ganó sus derechos, cualquier club de las mayores tiene la opción de ofrecer una suma exorbitante para asegurarse los derechos de un jugador particular y luego ofrecerle un mal contrato para que éste lo rechace sabiendo que luego no tendrá que pagar el dinero ofrecido. Así, evitará que dicho jugador firme con un rival directo dentro de su división o su liga.
 
   Otro problema es la frustración de los jugadores que ven rotos sus sueños de irse a la Gran Carpa. Éstos apelan al sistema como su único recurso para poder dar el salto y lo hacen dispuestos a jugar con cualquier equipo y hasta cambiando de posición si es necesario. No obstante, muchos clubes de las mayores, a pesar de que el sistema ha estado activo por más de 13 años, tratan el caso como una negociación común y corriente sin tomar en cuenta que el jugador no es agente libre y que si no llegan a un acuerdo éste no podrá negociar con ningún otro equipo.
 
   Esto es precisamente lo que ha ocurrido en los casos de Nakajima y Aoki. Tanto los Yanquis como los Cerveceros le ofrecieron a ambos jugar como suplentes, algo que obviamente ellos no quieren. Estos dos clubes tienen la legítima necesidad de contratar a un jugador que pueda cubrir a sus titulares cuando éstos necesiten descanso o se lesionen, pero es simplemente cruel hacerle una oferta de jugar como suplente a alguien que desea ser titular cuando éste no tiene la oportunidad de escuchar otras ofertas.
 
   En el caso de Darvish el problema es distinto, pero también afecta negativamente al jugador. Como los derechos de negociación son otorgados al mejor postor, el equipo que los gana se ve limitado a la hora de hacerle una oferta contractual al jugador debido a que tiene que usar una buena parte de su presupuesto para pagar por esos derechos. Como consecuencia, el jugador termina recibiendo un contrato mucho menor del que hubiese podido recibir si hubiese negociado como agente libre.
 
   Para poder negociar con Darvish Texas tuvo que pagar nada menos que 52 millones de dólares y ahora está pasando trabajo para cubrir sus expectativas salariales debido a que no puede utilizar ni un solo centavo de ese monto para añadirlo a su contrato.
 
   La desconfianza que muchos equipos de las mayores sienten hacia los jugadores japoneses es más que entendible, sobre todo cuando se toman en cuenta los pobres resultados que muchos de ellos han arrojado en sus carreras en la Gran Carpa y lo caro que puede resultar adquirirlos a través de este problemático sistema.
 
   No obstante y a pesar de sus defectos, el Sistema de Traspasos puede funcionar bien si se sabe utilizarlo. Casos como el de Darvish, que es un jugador muy talentoso y muy famoso, son raros y no pueden manejarse de ninguna otra forma, pero casos como los de Nakajima y Aoki son más comunes y más sencillos de tratar.
 
   Más que el dinero que se les va a pagar, los jugadores japoneses que quieren irse a las Grandes Ligas lo que más desean es jugar todos los días. Esa es precisamente la razón por la que quieren dar el salto: quieren probarse a sí mismos en la mejor liga del mundo. A ellos no les importa jugar para un club que haya sido último en su división, lo que les importa es jugar.
 
   De la misma forma, los equipos que tuvieron una mala temporada y necesitan reforzarse para poder ser más competitivos pueden encontrar en estos jugadores la oportunidad perfecta para cumplir sus objetivos. Si bien se trata de peloteros que nunca han jugado en la liga, sí cuentan con la experiencia necesaria y el potencial para ser exitosos, convertirse en estrellas y ayudar a sus clubes a ganar.
 
   Si en vez de los Yanquis hubiesen sido los Padres de San Diego los que hubiesen ganado los derechos para negociar con Nakajima, es muy probable que a estas alturas éste se estuviese mudando al sur de California emocionado por empezar pronto su primera campaña en las mayores.
 
   Pagar apenas 2,5 millones de dólares por los derechos de negociación –como ocurrió en el caso de Nakajima– permite a cualquier equipo ofrecerle un contrato decente al jugador en el que está interesado y siempre y cuando le dé la oportunidad de ser titular éste con casi toda seguridad aceptará la oferta.
 
   Esta fue precisamente la clave del éxito de Baltimore y Seattle en sus recientes contrataciones. Baltimore se acercó tanto a Wada como a Chen con respeto y, sobre todo, con necesidad. Les explicó que tienen una gran urgencia de reforzar su cuerpo de lanzadores y les dio la confianza para hacer ese trabajo. El resultado habla por sí solo: ambos firmaron contratos de 2 y 3 años, respectivamente, por aproximadamente 4 millones anuales.
 
   Es cierto que el club corre un riesgo y puede que esta apuesta no le dé resultado, pero se trata de una inversión sensata que en el peor de los casos representará una pérdida de dinero menor. Sin embargo, la apuesta podría también dar resultado y el conjunto podría cosechar muchos frutos de ella, como hizo Seattle con Ichiro Suzuki o Nueva York con Hideki Matsui.
 
   Lo mismo le ocurrió a Seattle con Iwakuma y Kawasaki. El primero aceptó unirse al equipo por apenas un año y un tercio de su salario actual, simplemente por el hecho de que el club le dio la confianza que él estaba buscando. El segundo se acercó al club y le ofreció sus servicios, así sea como suplente, y éste no perdió tiempo en concederle la oportunidad que estaba buscando.
 
   No puede negarse que Baltimore y Seattle tuvieron la ventaja de negociar con estos jugadores sin tener que pasar por el problemático Sistema de Traspasos, pero aún con este sistema es posible contratar a buenos peloteros japoneses que podrían marcar la diferencia en cualquier equipo por un monto de dinero relativamente bajo. Sólo hay que saber ofrecerles las oportunidades que están buscando y que en la mayoría de los casos se merecen.
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