Mié, 24 Abr 2024 09:20 AM

52 años después, Chico sigue siendo el más veloz

   Cuando a principios de los entrenamientos primaverales la prensa japonesa pronosticaba que el dominicano Esteban Germán tenía posibilidades de convertirse en el primer extranjero en 52 años en ganar un título de bases robadas en la NPB, un nombre que por más de medio siglo ha estado ligado a la representación latina en Japón volvió a resurgir: “Chico” Barbón.
 
   De origen cubano, Roberto “Chico” Barbón se convirtió en 1955 en el primer latinoamericano en jugar en el béisbol profesional japonés y a pesar de que el impacto que causó tras su llegada a los Bravos de Hankyu (hoy Búfalos de Orix) fue muy grande, la mayoría de sus logros han pasado al olvido debido a las diferentes expectativas que hoy se tienen de los importados que vienen a la liga.
 
   Uno de esos logros fue, precisamente, ganar tres títulos de bases robadas en años consecutivos, 1958 (38), 1959 (38) y 1960 (32), algo que ningún otro extranjero ha podido realizar desde entonces. De hecho, sólo dos importados en la historia han podido liderar la liga en bases robadas: el norteamericano Larry Raines en 1953 (61) y Barbón.
 
   La razón principal de la vigencia de su récord es que con el pasar del tiempo cambió el perfil de los importados que se busca contratar cada año. La velocidad sobre las bases, los altos promedios ofensivos y la agilidad defensiva prácticamente han perdido valor frente a la gran fuerza corporal y los altos números de jonrones y carreras empujadas.
 
   Cuando el hawaiano Wally Yonamine se convirtió en el primer extranjero en jugar en la NPB después de la Segunda Guerra Mundial, el impacto que produjo fue precisamente por su buen bateo y su agresividad corriendo las bases. Debido a esto, los otros importados que le siguieron tuvieron un perfil similar y sus logros no se hicieron esperar.
 
   En 1954, Yonamine ganó el título de bateo de la Liga Central con un promedio de .361 y Raines hizo lo propio en la Liga del Pacífico con promedio de .337. Yonamine repitió la hazaña dos veces más y en 1957 se convirtió en el primer extranjero en obtener el galardón al Jugador Más Valioso.
 
   No obstante, desde que Clarence Jones se convirtió en 1974 en el primer importado en ganar un título de jonrones la velocidad y los buenos promedios ofensivos pasaron a un segundo plano. Desde ese año, los jugadores extranjeros han ganado un total de 67 coronas de cuadrangulares y carreras empujadas, pero sólo 16 de bateo.
 
   “Tu tiempo ya pasó, Chico”, le decía bromeando el venezolano Alex Cabrera a Barbón cada vez que se lo encontraba en el estadio. “Él siempre me echaba broma con eso, nunca perdía la oportunidad para decírmelo”, comenta Barbón con una sonrisa.
 
   En realidad, el comentario de Cabrera no estaba alejado de la realidad, ya que él mismo fue uno de los máximos representantes del poder foráneo en la liga tras conectar 154 jonrones y empujar 351 carreras en sus primeras tres campañas en Japón, en las que incluso igualó el récord de vuelacercas para una temporada con 55 en 2002.
 
   “Los tiempos han cambiado. Cuando yo llegué a Japón la velocidad y la agilidad defensiva eran suficientes para triunfar y gracias a ellas pude jugar 11 años en la liga. Yo era siempre el primer bate del equipo, que es algo que ahora rara vez se ve”, agrega Chico.
 
   Ciertamente, otros logros importantes de su carrera ya prácticamente no se ven en jugadores extranjeros, como liderar la liga en triples (13 en 1955 y 10 en 1958), carreras anotadas (105 en 1955 y 94 en 1956) y turnos al bate (583 en 1955 y 515 en 1958).
 
   De hecho, Barbón lidera por amplia ventaja a todos los extranjeros de la NPB en bases robadas de por vida con 308, cifra que lo coloca en el puesto número 26 de todos los tiempos. En comparación, Yonamine sólo acumuló 163 robos en sus 12 campañas en la NPB y Raines 114, si bien éste jugó sólo 3 temporadas.
 
   Cuando se le pregunta qué opina de las posibilidades que tiene Germán de poner fin a su racha de 52 años como el único extranjero en ser líder de bases robadas, su respuesta es tan despreocupada como siempre: “los récords están para romperse”, dice con su contagiosa sonrisa.
 
   De alguna forma u otra, Chico se ha mantenido ligado al béisbol y al equipo que le dio la oportunidad de jugar en Japón, los Búfalos de Orix, desde que se retiró como jugador en 1965. Hoy, a sus 79 años, trabaja como asistente de los peloteros latinos que juegan con el equipo, ayudándolos a adaptarse al deporte y la cultura japonesas, y también da clínicas de béisbol a niños que están aprendiendo la disciplina.
 
   Este año es el protagonista del video de presentación de los jugadores del equipo que se coloca en la pantalla grande del estadio antes de cada partido. Siempre se le puede ver en todos los juegos del club en el Kyocera Dome de Osaka o el Hotto Motto Field de Kobe caminando, saludando a viejos conocidos y tomándose fotos con los fanáticos con su sonrisa característica.
 
   Una conversación típica que se puede escuchar de él es la que tuve la suerte de presenciar recientemente en el Kyoera Dome de Osaka cuando se cruzó con el dominicano José Fernández. “!Chico! ¿Cómo estás? ¿Cómo está todo?”, le pregunta Fernández. “Bien, como siempre”, responde él sonriendo. “¿Cómo está la salud?”. “Bien, como siempre”, responde otra vez sonriendo, esta vez pasándose la mano por el pecho.
 
   “Cómo está la doña?”, continúa Fernández. “Bien, como siempre”. “¡Usted es un hombre feliz, vale!”, concluye Fernández, a lo que Chico responde con una sonrisa aún mayor: “¡No hay duda!”.
 
   Es difícil pronosticar cuánto tiempo pasará antes de que el récord de bases robadas de Chico Barbón sea roto o su racha de años como el único extranjero en ganar un título de la categoría llegue a su fin, pero lo más probable es que, cuando ocurra, no le quite el sueño ni perturbe para nada el feliz ritmo de vida que lleva y que, estando en Japón, promete prolongarse por muchos años más.
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