La triste partida de Fígaro del béisbol japonés

   Hace ya una semana que los Búfalos de Orix, después de enfrascarse en una innecesaria disputa laboral, decidieron dejar en libertad al dominicano Alfredo Fígaro, quien desilusionado por el tratamiento que recibió de parte del club prefirió optar por regresar a los Estados Unidos.
 
   A pesar de que el lanzador tiene ahora el chance de pelear por un puesto en las Grandes Ligas, que al fin y al cabo es el sueño de todo jugador profesional, no podemos sino lamentar la oportunidad perdida, ya que éste contaba con todo lo necesario para triunfar en Japón.
 
   Recordemos los detalles de las dos temporadas que disputó en la Liga del Pacífico defendiendo los colores de Orix. En diciembre de 2010, los Tigres de Detroit, la organización para la que jugaba Fígaro en ese momento, decidieron vender su contrato al conjunto japonés. El lanzador no estaba de acuerdo con la movida porque prefería quedarse en los Estados Unidos, pero como su contrato le prohibía firmar con otro equipo de las Grandes Ligas no tuvo más remedio que aceptar el traspaso.
 
   Una vez llegado a Japón, su propuso como meta trabajar duro para tratar de ganarse un puesto en el primer equipo de Orix, si bien sabía que eso sería difícil debido a la dura competencia que enfrentaba por la numerosa presencia de extranjeros en el roster.
 
   No obstante, y para su propia sorpresa, no sólo fue incluido en el conjunto mayor sino que también recibió la oportunidad de formar parte de la rotación de abridores desde el mismo inicio de la temporada.
 
   Su debut el 14 de abril de 2011 en el Kyocera Dome no fue el mejor. Afectado por los nervios permitió 5 carreras en 6 entradas y cargó con la derrota. Sin embargo, sus dos aperturas siguientes fueron muy buenas (permitió 1 y 0 carreras limpias en 7.2 y 6.0 episodios, respectivamente), si bien no pudo llevarse la victoria en ninguna de ellas.
 
   Para el momento de su cuarta apertura, el 12 de mayo en el Yahoo Dome de Fukuoka, estaba en condiciones óptimas para dejar sentir su presencia en la NPB. Ese día se anotó su primer triunfo en la liga al limitar a los Halcones de SoftBank a apenas una carrera en 6 sólidas entradas, tras las cuales su efectividad bajó a 2.45 después de haber subido a 7.50 en su primera salida.
 
   El 18 de mayo blanqueó a los Tigres de Hanshin durante 6 episodios y dos tercios para cosechar su segunda victoria y bajar su efectividad a 1.95. El 25 limitó a las Golondrinas de Yakult a una sola anotación en 7 capítulos y dos tercios para sumar su tercer triunfo en fila y dejar su efectividad en 1.80.
 
   El primero de junio le concedió 2 rayitas a las Estrellas de Yokohama en 6 entradas, por lo que su efectividad subió a 1.95, pero aun así acumuló su cuarta victoria en fila, y el 8 de ese mes blanqueó a Yakult a lo largo de 6 sólidos episodios para anotarse su quinto triunfo consecutivo y bajar su efectividad a un increíble 1.73.
 
   En menos de un mes el nativo de Samaná se había convertido en el mejor abridor de su equipo (en ese momento lo lideraba en triunfos y efectividad) y en uno de los mejores de la Liga del Pacífico. Los reporteros locales hacían fila para entrevistarlo y el club ya estaba empezando a planificar la renovación de su contrato para el año siguiente. Su futuro en el béisbol japonés no podía lucir más prometedor.
 
   Sin embargo, fue entonces cuando ocurrió una de esas tragedias que se ven tan a menudo en el béisbol japonés y que, a pesar de sus notorios efectos negativos, siguen ocurriendo con impunidad sin que se hagan demasiados esfuerzos para evitarlas: sus entrenadores decidieron que era hora de cambiarle su mecánica de lanzar.
 
   Japón es un país en el que la apariencia es muchas veces más importante que la realidad, por lo que los entrenadores de béisbol, siempre preocupados por mostrar que están haciendo su trabajo, deben hacerles recomendaciones a sus jugadores incluso cuando éstos no las necesitan.
 
   En occidente, la premisa es muy sencilla: una nunca cambia una alineación ganadora. Si el equipo está ganando de la manera en la que está jugando, así sea muy poco ortodoxa, no hace falta hacerle ningún cambio.
 
   En Japón, por el contrario, la apariencia es lo más importante, por lo que aun cuando el equipo esté ganando todavía es necesario hacerle cambios y revisar sus estrategias de juego, sin importar que esto pueda afectar negativamente sus resultados.
 
   El legendario Hideo Nomo, por citar un ejemplo, fue víctima de este tipo de intromisión. Luego de un inolvidable debut en 1990, en el que ganó la triple corona de los lanzadores, el premio al Novato del Año, el Premio Sawamura al mejor lanzador de la NPB y el galardón al Jugador Más Valioso de la Liga del Pacífico, lideró su circuito en victorias y ponches por tres años más antes de encontrarse en 1994 con un nuevo manager, Keishi Suzuki, que decidió alterar drásticamente su rutina de trabajo.
 
   Nomo era fanático del norteamericano Nolan Ryan y seguía fielmente su plan de acondicionamiento, que incluía 3 o 4 días de descanso entre aperturas. Suzuki, por el contrario, pertenecía a la vieja escuela japonesa en la que los lanzadores debían trabajar hasta desplomarse sobre el montículo y comenzó a obligar a Nomo a realizar, como mínimo, 100 lanzamientos al día entre aperturas.
 
   El joven lanzador no estaba dispuesto a seguir este plan de trabajo y, gracias a la ayuda de su agente, Don Nomura, encontró la manera de escapar de su contrato japonés para irse a jugar en las Grandes Ligas, que era su principal sueño.
 
   Algo muy similar le ocurrió a Fígaro, quien después de cosechar cinco victorias consecutivas y ganarse los elogios de críticos y fanáticos, muy probablemente se sorprendió al enterarse de que sus entrenadores le querían cambiar su manera de lanzar.
 
   Primero le pidieron que no levantara más la pierna derecha después de cada lanzamiento, como estaba acostumbrado a hacer hasta entonces; luego, que utilizara más la recta que cualquier otro lanzamiento porque eso era lo que lo ayudaría a retirar a los bateadores rivales.
 
   El resultado fue que tuvo que esperar dos meses más para poder obtener su sexto triunfo de la campaña y que terminó el año con sólo 8 victorias luego de haber cosechado 5 en los primeros dos meses de la misma.
 
   A pesar de todo, su récord de 8-6 y su efectividad de 3.42 en su primer año en la liga representaron números más que respetables para un debutante, por lo que el club lo invitó a regresar la temporada siguiente con un considerable aumento de sueldo.
 
   Lamentablemente para él, fue aquí cuando ocurrió la segunda gran tragedia de su paso por la NPB. Asesorado por un agente de dudosa reputación –el también dominicano Juan Carlos Núñez, quien después fuera vetado por las Grandes Ligas debido a actividades ilegales–, firmó un contrato con Orix que no le daba la opción de convertirse en agente libre luego de finalizado su plazo.
 
   Es decir, una vez terminada la temporada 2012, Orix mantendría los derechos exclusivos sobre él incluso si éste decidía no firmar un nuevo contrato para 2013. El jugador podía negarse a renovar si quería, pero de hacerlo no tendría la libertad de firmar con ningún otro equipo por lo que básicamente estaba obligado a renovar con ellos.
 
   Sin estar consciente de lo ocurrido, el derecho se preparó para la campaña 2012 con el objetivo de mejorar los números obtenidos en 2011, pero desafortunadamente su deseo no se cumplió. Con la exigencia de que siguiera utilizando su recta más que ningún otro lanzamiento y la repentina falta de apoyo ofensivo de sus compañeros, sus primeras cuatro aperturas terminaron en derrotas y el resto de la temporada transcurriría sin que pudiera sumar ni una sola victoria.
 
   Incluso fue bajado al equipo menor a principios de agosto y más nunca fue llamado de vuelta, por lo que terminó el año trabajando en la liga menor y, más que nada, entrenando por su cuenta.
 
   Desilusionado por el tratamiento recibido, el latino decidió simplemente, como era de esperarse, no regresar al club. Su efectividad de 3.09 en 64 episodios, sumada a sus buenos números de 2011, seguro le abrirían las puertas a otro club japonés, o mejor aún, le permitirían regresar a las Grandes Ligas.
 
   Con esas opciones en mente y la ayuda de un nuevo agente, empezó a buscar trabajo para el año siguiente, pero pronto se encontró con la famosa cláusula de su contrato que lo ataba a Orix hasta que éste decidiera dejarlo en libertad. De inmediato, las puertas de los otros clubes japoneses se le cerraron.
 
   Orix le hizo una oferta de renovación que incluía un recorte de sueldo debido a la poca cantidad de entradas que había lanzado en 2012. Consciente de que eso no fue su culpa y cansado del mal trato que estaba recibiendo, decidió rechazar la oferta y tratar de buscar trabajo en los Estados Unidos.
 
   A mediados de diciembre de 2012, los Cerveceros de Milwaukee le ofrecieron un contrato de ligas menores con la posibilidad de ganarse un puesto en el equipo mayor y éste rápidamente lo aceptó, sólo para reencontrarse después con el problema de que Orix estaba reclamando sus derechos sobre él. Milwaukee, que no estaba al tanto de la disputa, le presentó una disculpa a Orix y declaró que no se entrometería en las negociaciones entre ambos.
 
   Pero Fígaro se mantuvo firme en su postura de no renovar, por lo que Orix, dándose cuenta de que no tenía otra salida, decidió dejarlo en libertad para que éste regresase a los Estados Unidos. En los días previos al anuncio el club había amenazado con imponerle la condición de no poder firmar con ningún otro equipo japonés o asiático en el futuro, por lo que es probable que algo de eso haya sido incluido en su acuerdo de liberación.
 
   De cualquier forma, el asunto es que si bien el lanzador se ganó la libertad de volver a las Grandes Ligas, al mismo tiempo abandonó la NPB por la puerta de atrás y muy probablemente para siempre, porque parece poco probable que pueda conseguir trabajo con cualquier otro equipo japonés en el futuro.
 
   Nos alegra mucho el hecho de que ahora Fígaro tenga la oportunidad de jugar en las Grandes Ligas y le deseamos la mejor de las suertes en su búsqueda de trabajo, pero al mismo tiempo lamentamos la oportunidad que perdió en Japón. Con un poco de paciencia y un cuerpo de entrenadores adecuado hubiese podido tener una carrera muy exitosa en la NPB.
 
   Su récord de 8-11 y su efectividad de 3.31 en los 35 juegos que disputó entre 2011 y 2012 dan fe de su potencial y sus 5 victorias seguidas entre mayo y junio de 2011 serán recordadas por mucho tiempo por los fanáticos del equipo, que desde entonces no han podido ver a ninguno de sus lanzadores realizar una hazaña similar.
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