El misterioso caso del dominicano Eddy Rivera

   El caso del lanzador dominicano Eddy Rivera, quien hace apenas unos días falló una prueba con los Dragones de Chunichi y fue enviado inmediatamente de vuelta a su país, nos ha despertado mucho la curiosidad.
 
   No tanto por la forma casi violenta en la que fue despedido de la concentración del equipo, sino sobre todo porque la mayoría de la información que rodea su historial como pelotero parece ser ficticia o de muy dudosa validez.
 
   Intrigados por la inconsistencia de sus declaraciones a la prensa japonesa decidimos contactar a varios de nuestros colegas dominicanos para solicitarles referencias acerca del derecho de 24 años.
 
   Para nuestra sorpresa, varios de ellos respondieron diciendo que nunca antes habían escuchado su nombre y que sólo lo habían conocido a través de los artículos que publicamos en nuestro sitio informando acerca de su invitación a practicar con Chunichi.
 
   Por un momento nos ilusionamos con la posibilidad de estar en presencia de un caso único: el caso de un impostor. Nos imaginamos a Rivera como un joven común y corriente que, desesperado por tratar de ganar fama y dinero, se hizo pasar por un jugador profesional de béisbol con la esperanza de obtener una invitación a los entrenamientos de un equipo japonés y, quizás, un contrato.
 
   Las imágenes de varios de los más famosos impostores de la historia se nos vinieron a la cabeza. Nos acordamos de Frank William Abagnale Jr., un joven norteamericano que se hizo pasar a mediados de los años 60 por piloto, médico y abogado para estafar bancos, hoteles y tiendas cobrando o proveyendo cheques falsos. La historia de su vida sirvió de inspiración para la película Atrápame si puedes (2002), de Steven Spielberg.
 
   También nos acordamos del famoso “jeque sin fondos”, un hombre que, acompañado de un grupo de cómplices, llegó a Caracas en agosto de 1982 haciéndose pasar por un famoso jeque árabe que deseaba invertir su fortuna en Venezuela. Su único obstáculo para empezar a hacer negocios era que, por esas cosas de logística, su dinero no había llegado todavía al país por lo que sus anfitriones, ansiosos de no perder la oportunidad de llegar a un acuerdo con él, decidieron permitirle de buena fe que abriera cuentas bancarias sin fondos.
 
   Durante las dos semanas que duró su visita, el supuesto jeque ofreció fiestas de lujo en su hotel, se reunió con la más alta sociedad, gozó de todos los privilegios posibles y bañó a la ciudad de cheques sin fondos, para luego desaparecer sin pagar ni una sola de todas las cuentas que dejó pendientes.
 
   A pesar de que hubiese sido fascinante que Rivera fuese un impostor, este no parece ser el caso del dominicano. Un colega nos confirmó a través de Twitter que sí lo conocía y nos proveyó con la misma información que nosotros pudimos encontrar en el portal Baseball Reference.com, que reduce su experiencia como pelotero a dos solitarias campañas en la liga dominicana de verano con los Cardenales (2008) y los Padres (2010).
 
   Por supuesto, un joven dominicano de 24 años cuya única experiencia se reduce a esas dos temporadas no consecutivas en la liga de verano de su país, que nunca ha jugado en la muy conocida liga de invierno dominicana y que jamás ha visto acción en las ligas menores de los Estados Unidos difícilmente puede catalogarse de jugador profesional, pero tampoco podemos llegar al extremo de considerarlo un impostor. Al menos, cuenta con una breve experiencia en el mundo del béisbol.
 
   El problema es que cuando Rivera llegó a Japón y empezó a contar su historia a la prensa local los periodistas que lo entrevistaron empezaron a mirarse las caras, preguntándose si lo que habían escuchado podría ser cierto. Les reproducimos a continuación algunas de sus declaraciones.
 
   “En mi país me llaman ‘piedra’, porque lanzo muy duro y la pelota se le hace pesada a los bateadores, que no la pueden conectar bien. Tengo mucha confianza en mi control, puedo atacar agresivamente la esquina de adentro y ponchar a muchos bateadores. En 2010, en la liga de verano dominicana, me registraron un lanzamiento de 101 millas por hora, pero últimamente estoy tirando entre 97 y 98 millas por hora”, le comentó al diario Nikkan Sports.
 
   Un periodista le preguntó cómo era posible que nunca hubiese jugado en las ligas menores de los Estados Unidos si su recta puede llegar a las 101 millas por hora, marca que apenas está una milla por debajo del lanzamiento más rápido que jamás se haya registrado en el béisbol japonés.
 
   Éste respondió echándole la culpa al consulado norteamericano, que no le quiso otorgar la visa necesaria para viajar, para después agregar, sin que nadie se lo preguntase: “yo no he hecho nada malo, que conste”.
 
   Luego explicó que al venir a Japón hizo dos cosas que nunca había hecho antes: montarse en un avión y viajar fuera de su país, por lo que todo lo que estaba viviendo era nuevo para él.
 
   “Cuando tenía 19 años y estaba jugando allá en la liga de mi país la gente me decía que en apenas 3 años iba a poder llegar a las Grandes Ligas”, explicó en otro momento, pero sin aclarar después la razón por la cual en los últimos cinco años su experiencia profesional se reduce sólo a la que describimos anteriormente.
 
   Lo único que dijo al respecto es que ha pasado los últimos dos años practicando en una escuela de béisbol local, pero no dijo cual. Otro periodista le preguntó luego a cuál colegio había asistido y éste respondió que no se acordaba del nombre porque lo había abandonado.
 
   Pero lo más sorprendente de todo no es lo poco creíble de las explicaciones que ofreció, sino que Chunichi haya decidido invitar a un jugador con un curriculum tan pobre a hacer una prueba durante sus entrenamientos primaverales.
 
   Sabemos que la recomendación para invitarlo fue hecha por Francis Ruiz, el receptor del bullpen e intérprete del equipo, quien aparentemente vive muy cerca de Rivera en la República Dominicana, pero nos preguntamos la razón por la cual decidió recomendarlo.
 
   Ruiz tiene ya 7 campañas trabajando con Chunichi, por lo que pasa la mayoría del año en Japón y no tiene el tiempo suficiente para observar jugadores en su país. Quizás el equipo le haya pedido que recomendara específicamente a un prospecto de bajo perfil que se pudiera firmar por poco dinero o tal vez fue un amigo en Dominicana quien se lo recomendó y éste, sin tener tiempo para estudiar al candidato, le mencionó su nombre al club.
 
   Sea como fuere, el cuento es que el club se aventuró a invitarlo y por alguna razón se creó grandes expectativas acerca del jugador.
 
   La situación se tornó aún más interesante cuando el manager del equipo, Morimichi Takagi, lo vio trabajar en el bullpen por primera vez. Sus lanzamientos, que apenas estaban entre 85 y 90 millas por hora, le parecieron rápidos y su mecánica de lanzar le pareció muy elegante. “No puedo esperar para verlo en acción”, declaró, probablemente entusiasmado por la propia afirmación del jugador de que su recta podía alcanzar las 101 millas por hora.
 
   Ruiz, por su parte, fue el primero en darse cuenta de que algo no estaba bien y así se lo explicó al diario Nikkan Sports. “Rivera está completamente perdido en este momento, por lo que le recomendé que estudiara la mecánica de Yoshimi, que utiliza muy bien su cuerpo a la hora de lanzar. Los dominicanos tienen la tendencia de lanzar sin colocar su pie sobre la goma y eso en Japón es un balk automático. También le dije que estudiara el movimiento de piernas de Asao”.
 
   No obstante, cuando Chunichi realizó su primer juego de práctica ante las Águilas de Hanwha de Corea del Sur el pasado 5 de febrero, Takagi envió a Rivera al montículo tan pronto como pudo para poder verlo en acción.
 
   Desorientado por las falsas expectativas que él mismo se había creado, Takagi miró con disgusto como en una entrada de labor Rivera mostró un pésimo control sobre el montículo, otorgó un boleto y lanzó su recta más rápida a apenas 85 millas por hora.
 
   Dándose cuenta por primera vez del error cometido y furioso por verse víctima de un engaño tan grande, el veterano estratega ordenó al club que enviara al lanzador de vuelta a su país al día siguiente.
 
   Después del partido, Rivera se aventuró a declarar que no había sido su mejor día, que la razón por la que había estado tan lento era porque su cuerpo se sentía muy pesado y que si le daban otra oportunidad iba a mostrar su verdadero potencial, pero a esa altura ya nadie le creía lo que estaba diciendo. Los periodistas escribieron luego en sus artículos, irónicamente, que la supuesta recta de 101 millas por hora se mantendrá como un misterio porque nunca pudieron verla.
 
   El 6 de febrero el jugador se montó en un avión y se fue de regreso a la República Dominicana, con las puertas de Japón bien cerradas a su espalda y cero posibilidades de regresar en el futuro.
 
   La moraleja de esta historia se puede resumir en un excelente diálogo que realiza Will Smith en la comedia romántica Hitch (2005): “esta noche, cuando estés en tu cita con ella y estés pensado en qué hacer o qué decir, recuerda que ya estás en una cita con ella. Eso quiere decir que ella dijo que sí, cuando pudo haber dicho que no. Eso quiero decir que ella planificó una cita cuando simplemente hubiese podido rechazarte. Por lo tanto, tu trabajo ya no es tratar de lograr que ella guste de ti, tu trabajo es no meter la pata”.
 
   Este mismo concepto puede aplicarse fácilmente al mundo del béisbol. Las oportunidades de conseguir un contrato con un equipo profesional normalmente se reducen a una sola y si un jugador tiene la esperanza de hacer carrera en este deporte debe prepararse lo mejor posible para sacar el máximo provecho de esa oportunidad.
 
   Por lo tanto, si uno recibe una invitación a hacer una prueba con un equipo profesional es porque uno, obviamente, tiene talento. De manera que cuando uno llega a dicha prueba ya no es necesario tratar de convencer al equipo de que uno tiene talento, lo que hay que hacer es demostrarlo.
 
   Si uno no tiene eso claro y si encima se pone a decir mentiras, pues las posibilidades de ser contratado son prácticamente nulas. La mejor política siempre será decir la verdad, incluso si ésta no parece ser lo suficientemente atractiva como para brindarle a uno la oportunidad de convertirse en profesional.
 
   El mejor ejemplo de ello lo representa el también dominicano Víctor Israel Díaz, quien a pesar de registrar números muy modestos en 2012 con Chunichi (.174 de promedio y cero jonrones en apenas 21 juegos) fue el único importado que el equipo decidió renovar para 2013, entre otras cosas porque el manager Takagi le ve “mucho potencial”.
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