Mié, 24 Abr 2024 21:45 PM

Japón y su inigualable pasión por el Clásico Mundial

   Los japoneses viven insistiendo en que ningún otro país siente más pasión ni se toma más en serio el Clásico Mundial de Béisbol que el suyo. Lo afirman en sus diarios, lo confirman en sus programas de radio y televisión y, cuando los vamos a visitar a sus estadios, nos lo dicen directamente.
 
   Nuestra respuesta, cada vez que conversamos con ellos acerca del tema, es siempre la misma: esa no es necesariamente la verdad. El único problema es que, cuando tratamos de explicarles que los latinoamericanos somos tan apasionados por el béisbol como ellos, nunca encontramos las pruebas para demostrarlo.
 
   La selección de todos y cada uno de los miembros del equipo nacional, desde el manager y sus asistentes hasta el último jugador de reserva, es motivo de debate nacional en Japón. Las figuras más respetadas del deporte en el país, como los miembros del Salón de la Fama, los veteranos comentaristas de televisión y los dirigentes de todos los equipos profesionales, no dejan de expresar su opinión al respecto y de hacer públicas sus recomendaciones.
 
   El grupo de dirigentes que está a cargo de la selección no sólo le ha dado a ésta un sobrenombre (“el equipo samurai”) que ayuda a elevar la motivación de los jugadores, sino que también le ha asignado un código de conducta que establece las reglas que deben seguir todos sus miembros.
 
   Las empresas más famosas y poderosas del archipiélago hacen fila para apoyar de alguna u otra forma al equipo, ya sea a través del patrocinio directo o de costosas campañas publicitarias que tienen como tema principal el respaldo al conjunto.
 
   Las portadas de los siete diarios deportivos de circulación nacional están inundadas de noticias del seleccionado e innumerables programas de radio y televisión le hacen un seguimiento exhaustivo a cada uno de sus pasos antes, durante y después del torneo.
 
   Incluso el presidente de la asociación de fabricantes de espadas de Japón le regaló una espada samurai al manager Koji Yamamoto para que le sirva de inspiración durante el torneo y hasta un famoso leedor de manos hizo un análisis de la palma de Yamamoto cuyo resultado fue publicado en todo detalle por el diario Sponichi.
 
   Por si esto fuera poco, los propios fanáticos japoneses no dejan duda alguna acerca de la pasión con la que apoyan a su selección. La asistencia a cada partido amistoso que disputa el equipo, e incluso a sus entrenamientos, es masiva y por lo general agotan los artículos del mismo que salen a la venta, como camisas, gorras, franelas, bufandas y demás.
 
   La selección como tal asume su rol con la mayor de las responsabilidades. Desde que Yamamoto fue nombrado manager en octubre de 2012 no ha parado de trabajar en la preparación del conjunto para el torneo.
 
   En noviembre ya disputó 2 partidos amistosos contra Cuba y ahora disputará otros 6 más ante la selección de Australia y varios equipos de la NPB antes de debutar en el torneo. Desde el primero de febrero, día en que comenzaron los entrenamientos primaverales de los 12 clubes de la liga local, ha estado visitando las concentraciones de todos los equipos para evaluar la condición de los jugadores que conformarán la selección.
 
   Adicionalmente, enviará scouts a todos los juegos que se disputarán en el grupo de Taiwán, ya que los dos ganadores de esa llave jugarán la siguiente ronda del torneo en Japón y serán rivales directos del conjunto local. Así mismo, todos los integrantes del equipo recibirán una tableta con información acerca de los jugadores de todas las selecciones que verán acción en el evento.
 
   Ante tal avalancha de pruebas que confirman que los japoneses son, sin duda alguna, los más apasionados y los que se toman el Clásico más en serio, ¿qué pruebas tenemos los latinoamericanos para demostrar que nosotros también compartimos esa pasión?
 
   Insistimos en que no dudamos de nuestra pasión hacia el deporte, de lo que dudamos es de nuestra habilidad para demostrarlo.
 
   Según los resultados de una breve encuesta que realizamos recientemente a través de Twitter, México, Venezuela, Puerto Rico y la República Dominicana disputarán sólo dos partidos amistosos cada uno antes de debutar en el torneo, con la posibilidad, que a estas alturas todavía se está estudiando, de agregar alguno más. En comparación, China, que no es ninguna potencia beisbolística, disputará cuatro.
 
   No cabe duda de que la selección del manager y de los jugadores de cada una de estas cuatro selecciones generó algo de debate en cada país, pero ¿se puede comparar al que se vio en Japón? En Venezuela, por ejemplo, parece que existe un solo manager y fue renovado sin demasiadas consultas.
 
   Quizás se trate de que como contamos con varias estrellas de las Grandes Ligas en nuestros rosters creemos que ya tenemos la partida ganada. Si ese es el caso, lo único que estamos demostrando es que no sabemos aprender de nuestros errores porque ya hemos sido eliminados en el pasado por conjuntos que tenían muy pocos o ningún jugador con experiencia en la Gran Carpa.
 
   Dominicana, por ejemplo, debería asistir al evento con el eslogan “nunca más”, tras la humillante eliminación en la primera ronda que sufrió en 2009 ante Holanda, que no fue más que una secuela de la dolorosa derrota en la semifinal de 2006 ante un equipo cubano al que todo el mundo subestimó por no contar con jugadores de las Grandes Ligas en sus filas.
 
   Puerto Rico debería estar perdiendo el sueño por la planificación de su venganza ante Venezuela, ante la que ha caído en dos partidos claves en la segunda ronda que luego le han costado la eliminación del torneo.
 
   Venezuela, por su parte, debería estar trabajando bajo el lema “podemos hacerlo mejor”, luego de haber llegado a semifinales en 2009, mientras que México debería tener como objetivo superar la segunda ronda en la que ha caído ya dos veces.
 
   En lugar de esto, los cuatro equipos parecen encaminarse al torneo con el plan de batalla Napoleón Bonaparte: “primero llegamos y después vemos qué hacemos”.
 
   Nuestras empresas –en especial en México y Venezuela, que son países que cuentan con grandes corporaciones comerciales– no parecen estar muy interesadas en participar en el evento y los artículos de las selecciones que se pueden comprar (camisas, gorras y demás) por lo general sólo se consiguen a través de la página de Internet del Clásico Mundial; ninguna empresa local toma la iniciativa de producir y vender sus propias versiones.
 
   Nuestros fanáticos son ruidosos y apasionados, pero no se hacen presentes en números tan abultados como los japoneses, mientras que nuestros medios, si bien hacen una buena cobertura del evento, no ejercen tanta presión como deberían sobre sus equipos para obligarlos a hacer un mejor trabajo.
 
   Cuba, cuya misión ha sido siempre ganar todo torneo de béisbol en el que participe para confirmar que es el mejor equipo del mundo, y Corea del Sur, que copia muy a menudo los métodos de trabajo japoneses con la esperanza de algún día superar a su gran rival, son los únicos dos equipos que se acercan al nivel de compromiso que el conjunto samurai demuestra en cada cita. El resto, ni siquiera se le acerca.
 
   De manera que cuando los japoneses insisten en que ellos son los más apasionados y los únicos que se toman en serio el torneo, sólo nos quedan dos opciones: ganar el título y armar una fiesta para celebrarlo que se haga sentir el todo el planeta de manera de demostrar lo contrario, o simplemente admitir que tienen la razón.
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