Hace no mucho nos preguntó un fanático a través de Twitter cómo comparábamos a la NPB con las Grandes Ligas. Nuestra respuesta fue muy sencilla: se trata de dos ligas muy diferentes, por lo que resulta difícil hacer una buena comparación.
La MLB es mejor, sin duda, pero la NPB resulta muy interesante porque ofrece cosas que no se ven en otras partes del mundo, como los lanzadores que trabajan 10 entradas en un juego, el toque de sacrificio en el primer episodio o los juegos empatados.
Una de nuestras favoritas es la existencia de las llamadas Oendan, o barras de fanáticos que apoyan a sus equipos cantando canciones durante todo el partido. Por lo general, se pueden ver en acción durante todos los juegos, sin importar el estadio en que se disputen, en las gradas que están justo detrás de los jardines.
Las pertenecientes al equipo local siempre se ubican detrás del jardín derecho, mientras que las del equipo visitante ocupan las gradas del jardín izquierdo. Lideradas por varios directores de orquesta que le indican a los fanáticos qué canción cantar y cómo animar en un momento determinado, trabajan incansablemente acompañadas de tambores y trompetas desde antes de que empiece el juego hasta después de que se termina.
El programa incluye el himno del equipo al que se está apoyando, un par de canciones generales de apoyo y, sobre todo, una canción de ánimo para cada uno de los bateadores que se puede escuchar al momento en que éstos vienen a batear.
Resulta increíble escuchar la calidad y la complejidad musical de varias de estas canciones, que a veces son capaces de resumir en pocos compases, como si se tratara de un poema Haiku, la grandeza deportiva de un determinado bateador.
Mientras que en Latinoamérica los fanáticos se limitan a gritar “jon-rón, jon-rón” o “un hit, un hit” y en los Estados Unidos cantan “take me out to the ball game” o dicen “let’s go, Red Sox”, en Japón cantan una canción completa, de dos o 3 párrafos, que tiene una introducción, un desarrollo y un final.
Nuestra favorita, en este momento, es la que le escribieron los fanáticos de los Gigantes de Yomiuri al jardinero Hisayoshi Chono, que se escuchó incansablemente durante los juegos de Japón en el Clásico Mundial de Béisbol celebrado en marzo.
Además de tener una melodía muy pegajosa, también cuenta con una letra casi filosófica que no podemos dejar la oportunidad de presentarles aquí:
Al igual que esta canción y esta voz,
hazla resonar ahora, Chono.
En línea recta, como una bala soñada,
hazla volar, Chono; dispárala, Chono,
Ooooooo, hasta aquí.
Otra que nos gusta mucho es la que le compusieron los fanáticos de los Búfalos de Orix al surcoreano Dae Ho Lee, debido a que su melodía es también muy pegajosa. También son muy populares las del veterano Atsunori Inaba, que incluye una parte en la que los fanáticos saltan todos mientras cantan, y la del igualmente experimentado Hirokazu Ibata, cuya introducción casi operática es inmediatamente reconocible.
De las canciones dedicadas a los jugadores latinos, la más popular y mejor elaborada musicalmente es la del venezolano Alex Ramírez, que también cuenta con una introducción muy fácil de reconocer y una letra muy buena:
Oy, oy, Alex Ramírez
Oy, oy…
Al enemigo que está enfrente de ti,
destrúyelo de un solo golpe.
Hazla volar hasta un lugar muy lejano,
muéstrales tu poder, Ramírez.
¡Vamos! ¡Vamos! ¡Ramírez!
La dedicada al dominicano José Ortiz es muy sencilla, pero tiene una buena melodía y una parte de la letra dice “hazla volar hasta el cielo de Dominicana”.
Las canciones de los otros 7 bateadores latinos que están activos este año en la NPB no son, desde nuestro punto de vista, tan buenas o destacables como estas dos, pero igual se las presentamos para que las conozcan: Tony Blanco, Aarom Baldiris, Héctor Luna, Michel Abreu, José Celestino López, Esteban Germán, Wily Mo Peña.
Los himnos de los equipos, también compuestos por los fanáticos en tiempos más remotos, son igualmente fascinantes, ya sea por su pegajosa melodía, su refinada letra o la pasión con la que los cantan sus fanáticos.
El más popular y famoso de todos es el de los Tigres de Hanshin, que en el área de Kansai, donde está ubicado el equipo, es casi más conocido que el himno nacional. Los fanáticos lo cantan incansablemente en las gradas del famoso Estadio Koshien, sede del club, e incluso en programas radiales, donde se escucha varias veces durante la transmisión como parte del contenido del día.
El estilo musical de los mismos está claramente dividido en dos tipos: el clásico y el contemporáneo. Los himnos de los clubes más antiguos, como Hanshin, los Gigantes de Yomiuri, los Dragones de Chunichi y los Carpas de Hiroshima, compuestos poco después de la fundación de los mismos, poseen un sonido típico de la época en la que fueron escritos y como tal se les puede considerar clásicos.
Dentro de este grupo, cabe destacar el de las Golondrinas de Yakult, cuyo sonido, inapelablemente japonés, se asemeja mucho al de las canciones de las películas de Akira Kurosawa de los años 40 y 50.
Los correspondientes a los equipos más nuevos, por el contrario, poseen una melodía más similar a la música pop, por lo que se les puede considerar contemporáneos. Todos los equipos de la Liga del Pacífico, que siempre ha estado un paso delante de la Liga Central en términos de modernización, poseen himnos de este estilo.
Entre éstos el que más nos gusta es el de los Halcones de SoftBank, que asemejándose mucho a la música de una serie de dibujos animados de robots transmite una fuerza increíble y cuyo indudable ritmo pop casi invita al público a bailar.
También cabe destacar la canción de los Búfalos de Orix, que es la que más se parece a un tema de un grupo de rock, y también la de las Estrellas de DeNA, debido a su agradable melodía y su ritmo pop.
Los himnos del resto de los equipos son los siguientes: Marinos de Lotte, Águilas de Rakuten, Luchadores de Nippon Ham y Leones de Seibu.
Extrañamente, existen fanáticos a los que no les gusta este tipo de canciones y que preferirían que las barras de seguidores de los jardines no hicieran ruido durante los partidos. No obstante, su participación en los juegos representa una costumbre intrínseca del béisbol japonés y parece muy difícil que se vaya a detener o desaparecer en el futuro.
Para nosotros, no sólo representa una costumbre muy popular sino que incluso constituye un tesoro del béisbol japonés, una joya que lo adorna de una manera muy especial y que debe ser preservada por siempre.