Grandes hazañas de los lanzadores japoneses

   Las dos nuevas marcas para el béisbol profesional japonés impuestas el pasado viernes por el lanzador de las Águilas de Rakuten Masahiro Tanaka nos invitan a hacer un recuento de las más grandes hazañas realizadas por los serpentineros japoneses en la historia.
 
   Tanaka, que tiene un año sin perder, ganó su vigésima primera decisión consecutiva en una racha que comenzó en 2012 y también cosechó su décima séptima victoria para empezar la temporada (17-0), cifras que nunca nadie había logrado en la NPB.
 
   Como ya hemos escrito en ocasiones anteriores, Japón es un país de lanzadores. Todo niño que aprende a jugar béisbol crece con el sueño de ser lanzador y de ganarse el respeto y la admiración de los fanáticos con una actuación para el recuerdo, primero a nivel colegial y luego a nivel profesional.
 
   En marzo de este mismo año ya pudimos presenciar la más reciente edición de este sueño, cuando el derecho de 16 años Tomohiro Anraku realizó 772 lanzamientos en 5 aperturas en un espacio de 9 días durante la edición primaveral del famoso torneo colegial de Koshien.
 
   Lamentablemente para él, su fuerza lo abandonó en la final y no pudo darle el título a su escuela, pero el esfuerzo que realizó para llegar a ese punto, que incluyó un juego completo de 13 entradas en el que realizó 232 lanzamientos, lo catapultó a la fama.
 
   Tanaka, que ganó el Premio Sawamura en 2011 tras terminar el año con récord de 19-5 y una efectividad de 1.27, es sólo uno en una larga lista de lanzadores japoneses que han realizado a lo largo de la historia hazañas inimaginables sobre el montículo.
 
   Comencemos por recordar la historia de Eiji Sawamura, en honor a quien está nombrado el galardón al mejor lanzador del año en la NPB. El 20 de noviembre de 1934, con apenas 17 años, el joven derecho se convirtió en un héroe nacional al ponchar de manera consecutiva a Charlie Gehringer, Babe Ruth, Lou Gehrig y Jimmie Foxx durante un partido de exhibición entre las estrellas universitarias japonesas y un equipo de estrellas de las Grandes Ligas que fue a realizar una gira por Japón.
 
   Los estadounidenses ganaron los 22 juegos disputados durante esa gira, la mayoría de ellos de manera abultada. La excepción fue el enfrentamiento del 20 de noviembre, en el que Sawamura los limitó a apenas una carrera, que llegó por cortesía de un jonrón solitario de Lou Gehrig. El combinado japonés perdió 1-0, pero la actuación la valió un puesto en la inmortalidad al joven serpentinero.
 
   A raíz de esa gira, Japón inauguró su primera liga profesional en 1936 y Sawamura se convirtió pronto en el as de los Gigantes de Yomiuri, el primer club profesional del país. En los años siguientes, su leyenda creció con otras grandes actuaciones, pero se vio interrumpida cuando el lanzador perdió la vida en combate durante la Segunda Guerra Mundial.
 
   Luego están las varias hazañas de Kazuhisa Inao, un lanzador de los Leones de Nishitetsu (hoy Leones de Seibu) que a mediados de los años 50 se ganó el apodo de “El Hombre de Hierro” debido a su increíble resistencia sobre el montículo.
 
   La actuación más inolvidable de su carrera la realizó en la Serie de Japón de 1958, en la que lanzó en 6 de los 7 encuentros y se llevó el triunfo en los juegos 4, 5, 6 y 7 para darle el título a su equipo sobre los Gigantes de Yomiuri.
 
   Inao abrió y perdió los partidos 1 y 3 de la serie, lanzó 7 entradas de relevo en el cuarto para ganarlo con un jonrón suyo en el décimo capítulo y abrió y ganó los juegos 5, 6 y 7 para darle la tercera corona consecutiva a su club. En un espacio de 11 días, lanzó 47 entradas en 6 juegos, incluyendo una racha de 26 episodios consecutivos sin permitir carreras.
 
   Entre otras grandes hazañas, Inao ganó 42 juegos en la temporada 1961, récord que todavía está vigente en la NPB, y registró una efectividad de 1.06 en 262 entradas y un tercio en 1956, lo que representa la segunda cifra más baja en la historia de la liga. La más baja, por cierto, es de 0.98 y fue registrada en 1970 por Minoru Murayama de los Tigres de Hanshin.
 
   En 1961, Hiroshi Gondo, un novato de los Dragones de Chunichi, ganó 35 juegos y lanzó la astronómica cifra de 429 entradas que, aunque parezca mentira, representa apenas la segunda más alta de la historia. La primera pertenece a un lanzador desconocido que en 1942, durante la escasez de la guerra, lanzó el inverosímil monto de 542 episodios.
 
   El zurdo Masaichi Kaneda, en una extraordinaria carrera de 20 años entre 1950 y 1969, se convirtió en el primer y hasta ahora único ganador de 400 juegos en la NPB al registrar un récord de por vida de 400-298, con una efectividad de 2.34 y 4.490 ponches.
 
   Sólo dos lanzadores en la historia de las Grandes Ligas han superado la barrera de los 400 triunfos en sus carreras: Cy Young (511) y Walter Johnson (417) y ambos lo lograron al menos 40 años antes que Kaneda.
 
   Luego está Yutaka Enatsu, una de las figuras más grandes de la historia de los Tigres de Hanshin. En 1968, con apenas 20 años y en su segunda temporada como profesional, impuso una nueva marca de ponches para una campaña con 401, superando de manera contundente el registro anterior de 353 impuesto por Inao.
 
   El 17 de septiembre, justo cuando estaba a punto de superar la marca, Hanshin se enfrentó a los Gigantes de Yomiuri en un juego crucial. Enatsu igualó el récord abanicando al famoso Sadaharu Oh y al regresar al dugout le prometió a sus compañeros de equipo que no poncharía a ningún otro bateador hasta que volviese a enfrentar a Oh.
 
   Dadas las circunstancias, su promesa fue absolutamente temeraria. Hanshin y Yomiuri estaban en medio de una cerrada lucha por el título de liga, el partido estaba igualado a cero y Hanshin debía ganarlo para mantener vivas sus esperanzas de ser campeón. Sin embargo, fiel a su palabra, Enatsu retiró a los siguientes 8 bateadores en fila a través de roletazos y elevados cortos y cuando se enfrentó a Oh lo volvió a ponchar con apenas 4 lanzamientos. El juego se extendió a 12 entradas y Hanshin lo ganó 1-0 gracias a un sencillo del propio Enatsu.
 
   Adicionalmente, el joven fenómeno lanzó el 30 de agosto de 1973 un juego sin hits ni carreras de 11 entradas ante los Dragones de Chunichi que decidió él mismo con un jonrón solitario y el 17 de julio de 1971 ponchó a 9 bateadores de manera consecutiva en un Juego de las Estrellas.
 
   Más recientemente, está el caso de Hideo Nomo, quien antes de abrir las puertas de las Grandes Ligas para el resto de los jugadores japoneses en 1995 se convirtió en una de las máximas estrellas del béisbol japonés.
 
   En su temporada de novato, en 1990, lideró la liga en victorias (18), efectividad (2.91) y ponches (287 en 235 entradas, incluyendo 17 en un mismo juego) y además se llevó el premio al Novato del Año, el galardón al Jugador Más Valioso de la Liga del Pacífico y el Premio Sawamura al mejor lanzador de la campaña.
 
   Durante las 3 temporadas siguientes, Nomo lideró su circuito en blanqueos, victorias y ponches, antes de encontrarse en 1994 con un problema inesperado: un nuevo manager que se empeñó en cambiarle su forma de lanzar. Debido a las diferencias de opiniones que surgieron entre ambos, el nuevo manager decidió darle una lección a su terco lanzador.
 
   A principios de julio, en un partido disputado en el Seibu Dome, Nomo mostró problemas de control temprano, pero el estratega decidió dejarlo en el montículo como castigo. El serpentinero, que no quería darle la satisfacción a su manager de salirse con la suya, continuó lanzando como si nada. Al final, ganó el juego 8-3 tras realizar nada menos que 191 lanzamientos y otorgar la increíble cantidad de 16 boletos.
 
   Las fricciones entre él y su manager concluyeron con su “escape” del béisbol japonés y su firma con los Dodgers de Los Ángeles en 1995, el año en que dio inicio la actual ola migratoria de peloteros nipones a las Grandes Ligas.
 
   En 1998, Daisuke Matsuzaka realizó 250 lanzamientos en 17 entradas en un juego del famoso torneo colegial de Koshien un día después de haber lanzado 148 en un blanqueo. Para rematar la faena, lanzó un juego sin hit ni carreras en la final del campeonato para darle el título a su escuela.
 
   Así llegamos a Yu Darvish, probablemente el lanzador más completo que jamás haya salido de la NPB y quien, al igual que Matsuzaka, también lanzó un juego sin hits ni carreras en el torneo de Koshien.
 
   Con su extraordinaria preparación física y un arsenal que incluye hasta 7 lanzamientos distintos, el talentoso derecho de 27 años se ha ganado un puesto entre los mejores serpentineros de las Grandes Ligas y se ha convertido, para la mayoría de los niños japoneses, en un ejemplo a seguir.
 
   Con la extraordinaria pasión que sienten los japoneses por el béisbol y la gran reverencia que le guardan a sus mejores lanzadores, hazañas como las de Tanaka y el resto de las que hemos mencionado aquí no pararán de repetirse en el futuro. Después de todo, lograr una de ellas es el sueño de todo niño que crece practicando el deporte en ese país.
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