El béisbol japonés cuenta con una gran cantidad de problemas, muchos de los cuales ya hemos criticado en columnas anteriores, pero si hay uno que de verdad no lo afecta es el de los esteroides, o las sustancias que ayudan a mejorar el rendimiento de los jugadores.
El tema viene a colación en un momento en que la moral de las Grandes Ligas está por el piso debido a la reciente suspensión del dominicano Alex Rodríguez y al debate constante acerca de si los jugadores que utilizaron dichas sustancias deberían ser electos o no al Salón de la Fama.
Rodríguez, protagonista de los dos contratos más caros de la historia de la Gran Carpa y quien en algún momento fue considerado como uno de los mejores peloteros que jamás hayan visto acción sobre un terreno de juego, fue suspendido por toda la temporada 2014 debido a la sospecha, basada en pruebas contundentes, de que ha estado utilizando durante la mayor parte de su carrera sustancias prohibidas que le han ayudado a mejorar su rendimiento.
En realidad, muchos se alegraron por la noticia –en especial los Yanquis de Nueva York, que ya no tendrán que pagarle los 30 millones que le debían este año de acuerdo a su contrato– porque consideran que el pelotero se merece el castigo por haber hecho trampa. No obstante, también existe un sentimiento general de tristeza por lo ocurrido debido a que, si todos los mejores jugadores se dopan ya no quedarán peloteros en los que se pueda confiar.
En relación al Salón de la Fama de Cooperstown, los periodistas deportivos norteamericanos celebraron con entusiasmo el pasado 8 de enero la elección de tres íconos del béisbol durante los años 90: los lanzadores Greg Maddux y Tom Glavine y el toletero Frank Thomas.
Sin embargo, el evento estuvo marcado también por el amargo hecho de que muchos de los votantes volvieron a negarles sus votos a aquellos peloteros que saben o sospechan que utilizaron esteroides durante sus carreras, por lo cual grandes estrellas como Barry Bonds, Roger Clemens, Mark McGwire y Sammy Sosa se mantienen con muy pocas posibilidades de ser electos al panteón de los inmortales en el futuro.
La desilusión de algunos cronistas es tan severa que varios han prometido no participar de nuevo en la votación para el Salón de la Fama, mientras que otros insisten en que jamás votarán por aquellos jugadores que han sido vinculados de alguna u otra forma al problema de las sustancias prohibidas.
Afortunadamente, como ya mencionamos al principio de nuestra nota, este no es un problema con el que tiene que lidiar la liga japonesa, en la que los fanáticos pueden continuar disfrutando de los partidos sin temor a sufrir este tipo de desilusiones.
Algunos pensarán que somos ingenuos al afirmar esto, especialmente en los Estados Unidos, donde muchos creen que el resto del mundo comparte un sistema de valores según el cual “el cielo es el límite”, “el fin justifica los medios”, “toda persona tiene su precio” y donde el dinero es lo más importante en la vida, razón por la cual consideran que si el dopaje existe en las Grandes Ligas entonces debe existir también, con toda seguridad, en el resto del mundo.
El famoso atleta estadounidense Carl Lewis, uno de los máximos medallistas en la historia de los Juegos Olímpicos, se atrevió a decir en una entrevista que el éxito del jamaiquino Usain Bolt se debe a que los controles antidopaje en su país no son tan rigurosos como los que se utilizan en los Estados Unidos, que son los mejores del planeta.
Dichas palabras sí representan una desilusión, ya que, como “cada ladrón juzga por su condición”, Lewis indirectamente confesó que su país está lleno de deportistas que se dopan y que además son los más astutos a la hora de burlar las pruebas que se les hacen. De no ser así, entonces no haría falta contar con el mejor control antidopaje del mundo.
Para la fortuna del resto de los seres humanos que habitamos este planeta, esa idea de que todos vivimos bajo los mismos valores y que estamos afectados por los mismos problemas que se ven en los Estados Unidos no podría estar más lejos de la verdad.
En Latinoamérica, por ejemplo, podemos decir con tranquilidad que el problema de los esteroides no nos quita el sueño. Como lamentablemente vivimos bajo gobiernos muy corruptos y el índice de delincuencia en nuestros países está entre los más altos del mundo, el hecho de que un pelotero trate de hacer trampa con la ayuda de sustancias prohibidas nos parece más bien normal. No nos gusta, por supuesto, pero es algo que entendemos que puede ocurrir en cualquier momento y que además no nos perturba, ya que tenemos que enfrentar en nuestras vidas diarias problemas mucho más graves.
En Japón, por el contrario, el problema de los esteroides es prácticamente inimaginable, como lo explicó en una entrevista el año pasado el relevista de los Medias Rojas de Boston Junichi Tazawa. “Viniendo de Japón, donde no existe este tipo de problema, me sorprendió ver todo eso”, declaró el joven derecho, en relación a los avisos y pancartas que se pueden ver en los vestuarios del equipo advirtiéndoles a los jugadores que no utilicen sustancias prohibidas y recordándoles las sanciones que sufrirán si lo hacen.
Existen varias razones para que el uso de esteroides no represente un problema en lo absoluto en este país. La principal de ellas es el respeto al prójimo y a la armonía del grupo, gracias al cual cada persona trabaja en beneficio del todo en lugar de su beneficio personal. Este es quizás el elemento más importante de la cultura japonesa y por eso es protegido con mucho recelo por todos los habitantes de la isla.
El dopaje es, en esencia, la máxima expresión del individualismo. Se trata básicamente de ignorar las reglas, la justicia, el juego limpio y los sentimientos de todos los que nos rodean en beneficio propio y eso es precisamente lo último que un jugador japonés haría para tratar de salir adelante en su carrera.
Luego está el profundo respeto que los japoneses muestran a las reglas establecidas y la convicción de que jamás se podrá progresar en la vida si no se presta atención a las mismas. Por supuesto, también influye mucho el hecho de que todos saben que el castigo por no respetar las reglas es tan severo que podría ponerle fin a sus propias vidas.
Adicionalmente, debe tomarse en cuenta el profundo sentimiento de lealtad que los japoneses le guardan a las compañías que les dan trabajo, puesto que desde su punto de vista éstas son las que les permiten vivir y mantener a sus familias. Por lo tanto, si un jugador da positivo en una prueba antidopaje, el escándalo que se desarrollaría a partir de ese evento no sólo lo afectaría a él mismo sino también a su equipo y a la empresa que lo administra.
La imagen, tanto personal como corporativa, tiene un valor fundamental en la sociedad japonesa y un problema de tal magnitud no sólo acabaría con la carrera del jugador sino también con la de varios ejecutivos tanto del club como de la empresa matriz.
En los Estados Unidos, los equipos no tienen problemas en darles una segunda oportunidad y contratar a jugadores que han dado positivo anteriormente en controles antidopaje o de los que se sospecha que han utilizado sustancias prohibidas en el pasado.
En Japón, el conjunto afectado no sólo cancelaría de inmediato el contrato del jugador, sino que también el resto de los clubes les cerrarían sus puertas e incluso otras empresas no relacionadas al béisbol dejarían de ofrecerle trabajo.
No es sorprendente, por lo tanto, que el dopaje sea un tema que los japoneses sólo conozcan a través de los artículos que leen en los periódicos relacionados a los problemas que existen al respecto en las Grandes Ligas. El castigo que sufrirían por cometer una falta de ese tipo es demasiado duro como para ser ignorado.
Debemos aclarar que la Liga Japonesa de Béisbol Profesional (NPB, por sus siglas en inglés) sí cuenta con un programa de control antidopaje que es incluso más estricto que el de las Grandes Ligas en lo que refiere al número de sustancias prohibidas, que son muchas más.
Las pruebas aleatorias a los jugadores comenzaron a realizarse durante la temporada 2007 luego de que la liga, no por rumores, sospechas o casos internos sino por el escándalo ocurrido al respecto en los Estados Unidos, decidiese adoptar los mismos protocolos antidopaje utilizados por el Comité Olímpico Internacional.
Desde entonces, sólo cuatro jugadores han dado positivo en las pruebas, tres de ellos extranjeros y uno japonés. A continuación les presentamos un pequeño resumen de lo que ocurrió en cada uno de esos casos.
Rick Guttormson. El lanzador norteamericano de los Halcones de SoftBank dio positivo en una prueba en julio de 2007, no por una droga que ayudase a mejorar su rendimiento sino por una que podría utilizarse para esconder la presencia de otras sustancias prohibidas. Tal sustancia estaba incluida en una medicina contra la calvicie que estaba tomando. Debido esto, la liga lo suspendió por sólo 20 juegos, pero no por eso dejó de penalizar a su equipo, al que multó con 75 mil dólares por lo ocurrido. A pesar de todo, el club le dio un voto de confianza y lo mantuvo en su nómina hasta el final de la temporada 2008.
Luis González. El infielder venezolano, que estaba teniendo una gran temporada ofensiva con los Gigantes de Yomiuri, dio positivo por 3 sustancias prohibidas en mayo de 2008 y no pudo dar una explicación convincente acerca de cómo aparecieron en su organismo. La NPB lo suspendió por un año pero Yomiuri, el equipo más popular y respetado de Japón, consideró el hecho demasiado embarazoso para su imagen y canceló su contrato inmediatamente. El criollo jamás volvió a jugar en Japón.
Daniel Ríos. El lanzador español de las Golondrinas de Yakult dio positivo por una sustancia prohibida en junio de 2008 y confesó su culpa de inmediato tratando de ganarse la benevolencia de la liga. No obstante, la estrategia no funcionó ya que la NPB lo suspendió por un año y su equipo, al igual que Yomiuri en el caso de Luis González, terminó su contrato en ese mismo momento. Ríos jamás volvió a jugar en el béisbol japonés.
Hirokazu Ibata. El respetado camarero de los Dragones de Chunichi dio positivo en julio de 2011 en el caso más incoherente que se ha visto hasta ahora en la NPB. La prueba mostró la presencia de tres sustancias que, a pesar de no ayudar en lo absoluto a mejorar su rendimiento, están prohibidas por la liga. Sin embargo, lo más sorprendente de todo es que dichas sustancias estaban incluidas en una medicina que el jugador debía tomar para sus ojos y que la liga ya estaba al tanto de que éste la estaba tomando. La única razón por la que el resultado positivo de la prueba fue hecho público es porque el equipo no pidió permiso por escrito a la liga, como es requerido hacer en este tipo de situaciones, para que el pelotero continuase tomando su medicamento. De hecho, al final la NPB no sancionó al jugador sino a su club, por no haber respetado el reglamento. Ibata continúa activo hoy día sin que su imagen haya sido afectada por lo ocurrido.
Salvo estos casos aislados y la mención de algunos jugadores extranjeros que vieron acción en Japón en el Reporte Mitchell de 2007 acerca del uso de esteroides en las Grandes Ligas, la NPB puede decir con orgullo que nunca más ha tenido que preocuparse por el problema del dopaje en sus juegos.
Sin duda, es posible que algunos jugadores estén utilizando sustancias prohibidas en Japón y simplemente hayan tenido la suerte de no dar positivo en una prueba hasta ahora, pero considerando todo lo que arriesgan al hacerlo parece poco probable que ese sea el caso.
De manera que invitamos a todos aquellos que se sientan desilusionados por el problema del dopaje en las Grandes Ligas a que vean el béisbol japonés, que si bien no tiene el mismo nivel de juego sí mantiene intacta su pureza, al menos en lo que al uso de sustancias prohibidas se refiere.