El cuento de la anaconda del dominicano Blanco

   Los vestuarios de los equipos japoneses de béisbol, donde los jugadores se bañan, se cambian de ropa y a menudo caminan desnudos unos frente a otros, pueden convertirse ocasionalmente en escenarios de incidentes un poco extraños.
 
   Debemos explicar primero que, en general, los japoneses tienen la idea de que los occidentales, por ser más grandes que ellos físicamente, cuentan con órganos sexuales de un tamaño superior al que están acostumbrados a ver.
 
   Es por esto que cuando un occidental entra a un baño público en Japón (llamado “Onsen”, donde la gente se ducha y sumerge luego en una piscina de agua caliente para relajarse), los japoneses presentes normalmente echan un vistazo para comprobar si es cierto el mito del mayor tamaño de sus órganos sexuales.
 
   Las mujeres, por una parte, intentarán determinar si sus pares occidentales tienen senos más abultados y traseros más sobresalientes que los suyos, mientras que los hombres se enfocarán en el tamaño de los genitales de sus rivales.
 
   Así, cuenta la leyenda que hace no mucho el manager de las Estrellas de DeNA, Kiyoshi Nakahata, se tropezó en el baño con el dominicano Tony Blanco y, aprovechando que ambos estaban desnudos, echó un vistazo para abajo para chequear el tamaño de los genitales de su poderoso cuarto bate.
 
   Con el buen humor que lo caracteriza, Nakahata le contó posteriormente la anécdota a los reporteros que cubren la acción de su equipo diciéndoles que había visto una “anaconda” en el baño.
 
   Blanco, quien también tiene un gran sentido del humor, sacó provecho del suceso y lo convirtió en un grito de guerra que espera utilizar esta temporada para celebrar sus jonrones. Incluso, le hizo una demostración previa a los reporteros del club, levantando las manos y gritando “¡anaconda!”, que éstos registraron en imágenes.
 
   Este tipo de anécdotas, si bien no ocurren muy a menudo, no son extrañas en el béisbol japonés. El norteamericano Robert Whiting, una de las máximas autoridades extranjeras en materia de béisbol japonés, describe en su exitoso libro “Tienes que tener wa” (You gotta have wa, 1989) una situación similar vivida por su compatriota Clyde Wright, un lanzador que vio acción con los Gigantes de Yomiuri a finales de los años 70.
 
   “Ellos también bromeaban en las duchas. Cuando yo entraba, me apuntaban entre las piernas y decían: “Ohki desu nee” (¡qué grande!). A veces salía de la ducha y mientras estaba parado ahí, secándome, alguien pasaba corriendo, me lo agarraba y le daba un tironcito. Estaban bromeando conmigo. Como dije antes, ellos no lo hacían entre ellos, sólo conmigo, porque yo era americano y estaba acostumbrado a esas cosas. Los americanos bromeamos así todo el tiempo. No me importaba que lo hicieran, era sólo su forma de ser amigables”, explicó el jugador en una entrevista que Whiting transcribió en su libro.
 
   Un episodio parecido, que además le ocurre prácticamente a todos los occidentales cuando visitan Japón por primera vez, es dramatizado en la excelente película Mr. Baseball (1992), que cuenta la historia de un veterano ex grandeliga que es transferido a la liga japonesa y las dificultades que pasa para poder adaptarse y después tener éxito en ese circuito.
 
   El protagonista de la historia, Jack Elliot (interpretado por Tom Selleck), se sumerge en la bañera de agua caliente del baño del equipo luego de una práctica sin haberse duchado primero, lo que despierta las quejas inmediatas del resto de sus compañeros.
 
   En Japón, la mayoría de los baños, tanto públicos como privados, están divididos en dos partes. En una de ellas, las personas pueden ducharse sentadas en un banquito de plástico en un espacio abierto; en la otra, está la bañera, que por lo general se llena de agua caliente para que quien se esté duchando pueda sumergirse por unos minutos y relajar sus músculos.
 
   Para ahorrar agua y energía, la idea es que todas las personas que viven en la casa –o en el caso de la película, todos los jugadores del equipo– se sumerjan en la misma agua caliente, que podrá luego recalentarse según sea necesario.
 
   Es por esto que es importante ducharse completamente antes de entrar a la bañera, ya que esa misma agua será utilizada después por otras personas y sería descortés ensuciarla.
 
   Puede que parezca extraño compartir una bañera de agua caliente con otros jugadores del equipo –o con gente totalmente desconocida, en el caso de un baño público–, en especial cuando todos están desnudos, pero esa es una de las formas más comunes de socialización en Japón.
 
   Durante los entrenamientos primaverales, es muy común ver a los jugadores de los distintos equipos, en especial a los novatos, visitar en grupos los baños públicos de las áreas de concentración de sus clubes, por lo general ubicadas en las paradisíacas islas de Okinawa. Allí se bañan, se relajan, comen, conversan y disfrutan del poco tiempo libre que les queda después de un arduo día de trabajo.
 
   A los jugadores latinoamericanos que ven acción en la liga no les cuesta mucho adaptarse a esta costumbre. El venezolano Luis Jiménez, que jugó media temporada con los Luchadores de Nippon Ham en 2009, nos comentó en ese momento que le gustó tanto esa manera de bañarse en agua caliente que en los primeros dos meses que estuvo en Japón perdió un par de kilos de peso sólo bañándose.
 
   Así mismo, el también venezolano Alex Ramírez nos ha comentado en más de una ocasión que le encantan ese tipo de baños de agua caliente porque lo ayudan a relajar sus músculos y a mantenerse en forma.
 
   A diferencia de Blanco, Ramírez no utilizó una anécdota que le ocurrió en el baño para crear una celebración particular para sus jonrones, pero sí encontró inspiración en la cultura japonesa en general y también en las sugerencias que recibió directamente de estudiantes, comediantes y otras celebridades del país.
 
   Por ser una cultura tan distinta a la occidental, Japón está llena de costumbres que nos pueden parecer extrañas y hasta increíbles, como la de ver adolescentes y adultos leyendo caricaturas pornográficas enfrente de todo el mundo mientras viajan en un tren.
 
   No obstante, tras un breve período de adaptación, la mayoría de ellas terminan convirtiéndose en algo natural, como utilizar las pocetas que limpian los traseros de sus usuarios con un chorro de agua tibia (llamadas “ washslets”), comer con palillos o quitarse los zapatos apenas se entra a la casa para colocarse las sandalias.
 
   Irónicamente, bañarse desnudo en compañía de otros jugadores o personas desconocidas y ver “anacondas” mientras uno lo hace, representa una de las actividades favoritas entre los occidentales que viven, trabajan o simplemente visitan Japón.
 
   Por experiencia propia, les recomendamos que vayan a un onsen (baño público) cuando visiten ese país, en especial si se trata de uno tradicional que esté al aire libre en alguna zona tranquila fuera de la ciudad. La simple experiencia de bañarse en agua caliente, rodeado por la naturaleza, es tremendamente relajante.
 
   Sólo ignoren a los desconocidos que se están bañando con ustedes o aprovechen para aumentar su autoestima dejando que los presentes le echen un vistazo.
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