Mié, 24 Abr 2024 05:57 AM

El drama detrás del caso del relevista Jay Jackson

 

Los noticieros japoneses cubrieron todos lo sucedido con Jackson

 

   La noticia de que el relevista estadounidense Jay Jackson fue arrestado por la policía japonesa por posesión de cannabis y de que, como consecuencia, los Marinos de Lotte cancelaron su contrato, conmocionó al mundo del béisbol nipón esta semana.

 

   En principio, todo pareció ser un caso sencillo: el pelotero fue descubierto con drogas y, por lo tanto, recibió el castigo que se merecía, pero en realidad la historia detrás de lo ocurrido es mucho más compleja de lo que parece.

 

   Según nuestro amigo y colega de la agencia de noticias Kyodo Jim Allen, quien compartió a través de su blog personal el trasfondo del suceso, Jackson parece haber sido víctima de una amarga disputa familiar.

 

   El exitoso lanzador, que había estado viendo acción en la NPB desde la campaña 2016, se encuentra en medio de una pelea legal por el derecho a visitar a su hijo de un año, Jaiden, quien se encuentra en custodia de su ex novia japonesa.

 

   Luego de perder una audiencia relacionada al caso, los abogados del jugador se estaban preparando para realizar una apelación cuando la policía local decidió, sorpresivamente, allanar su apartamento.

 

   El momento en que ocurrió todo, sumado al hecho de que la policía actuó luego de recibir una pista anónima, sugiere que el relevista fue víctima de un truco legal destinado a deshacerse de él y poner fin a la disputa sobre la custodia de su hijo.

 

   Demás está decir que la estrategia tuvo éxito, porque en este momento Jackson lo ha perdido todo: su libertad, su trabajo, el derecho a seguir viviendo en Japón y la posibilidad de ver personalmente a su hijo, quizás de por vida.

 

   Por tratarse de su primer arresto, lo más probable es que lo dejen en libertad en pocos días, tras lo cual deberá presentarse ante un juez local que le impondrá algún tipo de multa o penalidad antes de que pueda viajar de regreso a los Estados Unidos.

 

   Una vez allá, es probable que no pueda regresar a Japón por su récord criminal, lo que dificultará mucho su disputa legal para poder ver a su hijo, que es lo mínimo que cualquier padre podría pedir.

 

Jackson fue quien le pidió a su equipo que lo dejara en libertad

 

   Otra cosa importante que hay que destacar aquí es que Jackson fue quien le pidió al equipo que lo dejara en libertad y eso habla muy bien de él. Una vez que se enteró del allanamiento y entendió la razón del mismo, también comprendió el problema en el que estaba metido y cómo el mismo podía afectar la imagen del club, por lo que de inmediato solicitó su liberación.

 

   El lanzador no ha hecho declaraciones públicas hasta el momento, por lo que desconocemos su lado de la historia, pero como no ha negado hasta ahora su conexión con el cannabis que se le encontró deducimos que sí lo ha consumido en algún momento.

 

   Eso ya lo convierte en culpable de una parte del problema, pero sin duda no de todo el problema, ni mucho menos lo hace merecedor del devastador castigo que está recibiendo, porque una cosa es perder un trabajo y otra no poder ver a un hijo por el resto de la vida.

 

   Su desventaja es aún mayor por ser extranjero, por lo que las posibilidades que tiene de recuperarse de este duro golpe son casi inexistentes y eso hace que todo lo ocurrido sea más lamentable todavía.

 

   Para ser justos, eso es cierto no sólo en Japón, sino en cualquier otra parte del mundo. Un foráneo que cometa un crimen en un país que no es el suyo siempre llevará las de perder ante el sistema judicial de esa nación, sobre todo cuando se trata de países rivales.

 

   Esta historia nos recuerda a la del legendario toletero estadounidense Randy Bass, quien afortunadamente es más recordado por sus increíbles logros deportivos en el béisbol japonés que por su amarga salida del mismo.

 

Bass es, quizás, el mejor bateador extranjero que ha pasado por Japón

 

   Luego de ganar la triple corona de bateo en la Liga Central en 1985 y 1986 y llevar a los Tigres de Hanshin al único título de la Serie de Japón de su historia, el nativo de Oklahoma se enfrentó en mayo de 1988 a uno de los grandes retos de su vida.

 

   Su hijo Zachary, quien entonces tenía 8 años, fue diagnosticado con un tumor cerebral y éste le pidió permiso al equipo para viajar a San Francisco para que su hijo pudiera ser operado y tratado por un especialista.

 

   Estando allá, la situación se complicó y los doctores tuvieron que apelar a la quimoterapia para tratar de vencer el tumor, lo que se tradujo en una ausencia más larga de lo esperado para Bass y en un enorme descontento del club, que decidió abruptamente cancelar su contrato.

 

   Por siglos, los hombres japoneses siempre han puesto el trabajo por encima de la familia, por lo que desde el punto de vista de Hanshin Bass estaba rompiendo la regla corporativa más sagrada que pueda existir. Sin ir muy lejos, un jugador japonés jamás hubiese recibido un permiso similar.

 

   Sin embargo, la razón primordial que convenció a Hanshin de cancelar el contrato fue que el mismo obligaba al club a cubrir todos los gastos médicos del jugador y su familia y la gerencia nunca se molestó en comprarle una póliza de serguro, por lo que ahora era responsable del costoso tratamiento que estaba recibiendo Zachary.

 

   Bass, que posee educación universitaria, no perdió tiempo en defenderse. Él sabía que el contrato que firmó era garantizado y que si el equipo quería dejarlo libre podía hacerlo, pero sólo después de pagarle su salario completo y cubrir todos sus gastos médicos.

 

   Hanshin alegó que él había roto un acuerdo escrito que firmó antes de irse a los Estados Unidos, pero Bass respondió que el vice presidente del club le confirmó vía telefónica que podía quedarse allá hasta que la situación de su hijo se estabilizara.

 

   Cuando la gerencia negó que esa conversación tuvo lugar, el jugador presentó a los medios una copia de la misma, que había grabado en su momento.

 

   En un acto de desesperación, Hanshin encargó a un ejecutivo llamado Shingo Furuya de resolver el problema, lo que en términos japoneses significa obligar de alguna manera a Bass a ceder en sus demandas.

 

   Éste, lamentablemente, no pudo encontrar una solución y hasta reconoció en privado que Bass tenía la razón, por lo que decidió apelar a la solución más honorable del código corporativo nipón: el suicidio. Saltó del octavo piso del Hotel New Otani de Tokio y puso fin a su vida.

 

   Bass se entristeció por lo ocurrido y envió condolencias a su familia desde San Francisco, pero Hanshin, en lugar de aceptar su responsabilidad, trató de culpar al jugador por lo ocurrido, lo que sólo logró dificultar más la situación.

 

La exitosa carrera de Bass en Japón terminó de una maner abrupta y amarga

 

   Al final, el equipo pagó un monto desconocido para cerrar el capítulo y poner fin así, más temprano de lo necesario y de manera injusta, a la carrera de quien quizás es el mejor bateador extranjero que jamás haya pasado por la NPB.

 

   La moraleja de esta historia es que no importa lo muy productivo que haya sido un jugador extranjero en su paso por la liga, ni tampoco lo mucho que haya contribuido al éxito de su club; si algún día cae en malos términos con su equipo, difícilmente podrá recuperarse de ello.

 

   No podría ser más lamentable que eso ocurra, pero si sucedió con Bass, quien todavía hoy es considerado como un dios del béisbol japonés, no debe extrañarnos que esté ocurriendo ahora con Jay Jackson, quien tiene por delante un largo y complicado camino que transitar.