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Comprendiendo la lotería de las Grandes Ligas

   Ahora que se acaba de hacer pública la noticia de que los Atléticos de Oakland “ganaron” los derechos de negociar un contrato con el lanzador estrella de las Águilas de Rakuten y de la selección nacional japonesa, Hisashi Iwakuma, el momento no podría ser más propicio para echarle un vistazo al sistema utilizado para “exportar” el talento nipón a las Grandes Ligas.
 
   Usted se preguntará para qué hace falta un sistema especial para traspasar jugadores japoneses a las ligas mayores, ¿no se puede contratarlos libremente? La respuesta es no, por supuesto, pero éste no es el único problema, sino que además no se puede contratarlos hasta que ya están a punto de cumplir los 30 años.
 
   La razón de estas restricciones es la sobre protección que ejercen los japoneses sobre sus jugadores, a los que tratan de mantener en su liga durante toda su carrera para el beneficio de sus clubes y de sus aficionados. Como ocurre en tantas otras ligas deportivas del mundo, la protección del talento local es prioridad.
 
   Pero también entra en juego aquí el problema económico. Los equipos han hecho una importante inversión financiera desarrollando a sus jugadores y obviamente no quieren perder dichas inversiones, sobre todo cuando no reciben ningún tipo de compensación a cambio.
 
   Antes de 1995 sólo un japonés había jugado en la Grandes Ligas y lo hizo por casualidad a mediados de los años 60. Pero a partir de 1995 todo cambió gracias a la valentía de un joven lanzador de los Búfalos de Kintetsu (hoy Búfalos de Orix) llamado Hideo Nomo.
 
   Los contratos japoneses prácticamente ligan a los jugadores y sus clubes de por vida. Sólo después de 8 años de servicio con su equipo tienen el derecho de declararse agentes libres, pero esto es sólo a nivel doméstico. Para obtener la libertad a nivel internacional deben haber ejercido 9 años de servicio.
 
   Antes de 1995 era impensable que un jugador japonés diera el salto a las Grandes Ligas, primero por la “traición” que eso significaría a su patria y segundo porque en aquel entonces se pensaba que la diferencia en el nivel de juego era tan grande que cualquiera que diera el salto no triunfaría de todas maneras.
 
   Pero Nomo no estaba dispuesto a esperar nueve años para obtener su libertad, ni mucho menos pasar el resto de su carrera en un ambiente que no lo respetaba como lanzador. En 1994, luego de dominar todas las categorías de pitcheo de la Liga del Pacífico por cuatro campañas consecutivas y ver cómo a pesar de eso su nuevo manager quería cambiarle su forma de lanzar, contrató a un agente y comenzó secretamente a buscar una vía de escape para jugar en las Grandes Ligas.
 
   Afortunadamente para él, su agente encontró no mucho tiempo después la salida de emergencia que estaba buscando. Una oscura cláusula en su contrato le permitía retirarse voluntariamente del béisbol japonés e irse a jugar a cualquier otro país y eso fue exactamente lo que hizo cuando firmó con los Dodgers de Los Ángeles en 1995.
 
   Los contratos de Grandes Ligas también poseen una cláusula similar. Si un jugador activo desea, por cualquier razón, retirarse voluntariamente de su profesión, tiene el derecho de hacerlo en cualquier momento. La diferencia está en que, en el contrato americano, si el jugador decide volver a la acción sólo puede hacerlo con el mismo equipo con el que jugaba a la hora de retirarse, mientras que en el contrato japonés el jugador debe volver a jugar con su equipo original sólo si lo hace dentro de Japón. Es decir, si decide irse a jugar a una liga de otro país, tiene toda la libertad de hacerlo.
 
   Sin darse cuenta de lo que había ocurrido, los Búfalos de Kintetsu habían perdido a su mejor jugador en el mejor momento de su carrera sin recibir ni un centavo a cambio.
 
   Dos años más tarde ocurrió lo mismo con el dominicano Alfonso Soriano, que había llegado a Japón a través de la escuela de desarrollo de talento de los Carpas de Hiroshima. El club japonés quiso firmarlo casi de por vida a cambio de un salario mínimo y obviamente el joven caribeño prefirió no comprometer su carrera de una manera tan definitiva. Siguiendo el consejo de Don Nomura, el mismo agente que ayudó a Nomo a “escapar” a las Grandes Ligas, Soriano se “retiró” voluntariamente del béisbol japonés y se fue a jugar a las mayores.
 
   Una vez más, un club japonés había pedido a una de sus estrellas sin recibir ningún tipo de compensación económica.
 
   Para evitar que la historia se repitiera, la Liga Japonesa de Béisbol Profesional (NPB, por sus siglas en inglés) llegó a un acuerdo con las Grandes Ligas para establecer un sistema de “ofrecimiento” de sus jugadores a los clubes americanos a través del cual los clubes japoneses pudieran recibir una adecuada compensación por el traspaso de sus estrellas.
 
   Sus reglas son muy sencillas y se asemejan mucho a las de una lotería. El jugador japonés interesado en emigrar a las Grandes Ligas debe solicitar a su equipo que “ofrezca” su nombre a los clubes americanos. Los que tengan interés en el jugador, deben notificar a la oficina del comisionado de las Grandes Ligas el monto que están dispuestos a pagar para ganarse los derechos exclusivos de negociación con él. El equipo que ofrezca el monto mayor gana, siempre y cuando el club japonés esté de acuerdo con la cantidad ofrecida, los derechos exclusivos de negociación con el jugador y tendrá 30 días para negociar y firmar un contrato con él.
 
   Éste fue el sistema utilizado por Iwakuma en esta ocasión y es el mismo que han utilizado otros como Ichiro Suzuki, Hideki Matsui y Daisuke Matsusaka. Éste último ha sido el que ha propiciado la mayor oferta de la historia del sistema: los 46 millones de dólares que pagaron los Medias Rojas de Boston por negociar con él en 2007.
 
   No se trata de un sistema perfecto, por supuesto. Una de las principales críticas que posee es que el jugador que desea irse a las Grandes Ligas no tiene ni voz ni voto en todo el proceso. No tiene el derecho de elegir el equipo al que quiere irse ni tampoco recibe un porcentaje del monto pagado para poder negociar con él.
 
   No obstante, es el sistema que existe y la única opción que tienen los jugadores que desean irse a las Grandes Ligas antes de cumplir los 9 años de servicio requeridos para convertirse en agentes libres a nivel internacional.
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Columna: El Bate del Samurai

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El Dato

El puertorriqueño Neftalí Soto se convirtió en 2018 en el sexto latino en ganar un título de jonrones en su primera temporada en la NPB, luego de liderar la Liga Central con 41 estacazos. Le precedieron el venezolano Roberto Petagine (44 en 1999), el dominicano Tony Blanco (39 en 2009), el cubano Michel Abreu (31 en 2013), el venezolano Ernesto Mejía (34 en 2014) y el cubano Alex Guerrero (35 en 2017).

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