Este tema ya lo tocamos en una columna anterior, pero vistos los casos recientes del venezolano Ernesto Mejía y el dominicano Mauro Gómez, no está demás retomarlo para recordar un gran pecado que nunca debe cometerse en el béisbol japonés.
Nos referimos a la alteración de uno de los valores más preciados de la cultura nipona: la armonía del grupo (wa, en japonés). Cada equipo la resguarda con tal recelo que todo aquel que se atreva a quebrantarla es duramente castigado, sin importar su estatus.
Mejía, quien tuvo un debut de ensueño el año pasado en la NPB al conquistar el título de jonrones de la Liga del Pacífico, se convirtió en noticia la semana pasada al ser retirado de una práctica de bateo de los Leones de Seibu debido a la mala forma que mostró en la misma.
Sus entrenadores, que notaron de inmediato que el criollo llegó a la concentración de su club con 8 kilos de sobrepeso, prefirieron hacer borrón y cuenta nueva y prepararle un plan de trabajo completamente distinto para corregir sus problemas.
Como consecuencia, su ritmo normal de trabajo, así como el de sus entrenadores y el del resto de sus compañeros, quedó alterado y ese tipo de interrupciones no son bienvenidas en el béisbol japonés.
Gómez, quien por su parte lideró la NPB el año pasado en carreras empujadas, vio aparecer su foto recientemente en las portadas de todos los diarios deportivos nipones debido a que no pudo reportarse a tiempo a los entrenamientos primaverales de los Tigres de Hanshin.
Su pasaporte y varios documentos personales de importancia fueron robados de su carro en la República Dominicana, por lo que se vio obligado a tramitar de emergencia un pasaporte nuevo y otra visa de trabajo antes de poder viajar a Japón.
El resultado fue que llegó a la concentración de su equipo en Okinawa con más de una semana de retraso, algo que tampoco es bienvenido en la pelota nipona debido a la enorme distracción que causa, tanto a nivel interno como externo, sin contar con lo mucho que interrumpe la agenda de trabajo del club.
La diferencia entre ambos casos, al menos hasta este momento, es que Gómez llegó a Japón disculpándose profusamente por su retraso y asumiendo en solitario la culpa de todo lo ocurrido, que es lo que los japoneses desean escuchar en una situación como ésta, mientras que Mejía no ha hecho comentario alguno, al menos no públicamente.
En las Grandes Ligas, un par de casos como estos puede que generen algo de preocupación, pero sin duda no producen pánico en sus equipos ni mucho menos requieren planes de trabajo especiales para corregir el problema.
Si el jugador en cuestión fue capaz de ganar un título individual de importancia la temporada anterior simplemente hay que dejarlo en paz y proveerle las herramientas necesarias para que pueda reencontrarse con su mejor forma.
En Japón, por el contrario, este tipo de faltas son merecedoras de aparecer en la portada de un diario y requieren, sin duda, la creación de un plan de trabajo de emergencia para corregir de inmediato la falla.
En el caso de Mejía, como ya mencionamos, sus entrenadores decidieron cambiarle su rutina de trabajo y volver a empezar de cero, mientras que en el de Gómez el club llegó al extremo de enviar a un representante a la República Dominicana a asistir al jugador con la tramitación de los documentos nuevos y asegurarse de que éste viajase a Japón lo antes posible.
Como mencionamos en la columna que citamos al principio de este artículo, si hay algo que un jugador exitoso jamás debe hacer en la NPB, en especial si se trata de uno extranjero, es dormirse en sus laureles.
De lo contrario, puede sufrir graves consecuencias, como ya lo vimos el año pasado con el cubano Michel Abreu, quien no sólo llegó tarde a los entrenamientos primaverales de su conjunto sino que además se lesionó durante los mismos y eso marcó el principio del fin de su carrera en Japón.
Abreu se había ganado la admiración de todos al capturar el título de jonrones de la Liga del Pacífico en su debut en la NPB en 2013, por lo que su club, Luchadores de Nippon Ham, tenía grandes expectativas acerca de lo que podría hacer en 2014.
No obstante, cuando llegó tarde a la concentración del equipo y además lo hizo con sobrepeso y mostrando una pobre forma física, despertó la furia de sus entrenadores y sobre todo de su manager, que hasta llegó a pedirle a los reporteros que no le hicieran preguntas acerca del caribeño porque de lo contrario se pondría de mal humor.
Tras lesionarse, el poderoso toletero le pidió permiso al club para irse a los Estados Unidos a tratar el problema y terminó ausentándose hasta finales de julio, momento en el cual pudo ver acción en apenas 6 partidos antes de caer lesionado otra vez.
Cuando el equipo escuchó lo mucho que tardaría en recuperarse de la nueva lesión, simplemente decidió terminar su contrato y dejarlo en libertad, sin importar lo enorme que fue su aporte ofensivo en la temporada anterior.
Exactamente lo mismo podría ocurrirle a Mejía, en el caso extremo de que éste decida ignorar las señales de emergencia que se acaban de encender y no ponerse a trabajar de inmediato en recuperar su mejor forma lo antes posible.
En las Grandes Ligas existe la paciencia, el beneficio de la duda y el crédito a los jugadores que han registrado buenos números en el pasado; en Japón, no, por lo que el criollo debe asegurarse de no volver a recibir quejas acerca de su rendimiento en el futuro inmediato.
Gómez también debe ponerse a trabajar duro lo antes posible para demostrar que está en buena forma y que el club no tiene nada de qué preocuparse, pero al menos ya dio un paso muy importante en su proceso de recuperación: pedir disculpas y aceptar su responsabilidad.
Para ser justos, los reporteros japoneses no se han acercado todavía a Mejía para preguntarle acerca de lo ocurrido durante esa práctica de bateo, por lo que éste ni siquiera ha tenido la oportunidad de pedir disculpas a nivel público.
Sin embargo, de recibirla no debe dudar en hacer algún tipo de comentario que aplaque la preocupación de sus entrenadores y salve la imagen de su club, ya que eso le permitirá volver pronto a su ritmo normal de trabajo y concentrarse en lo que tiene que hacer de cara a la temporada que se avecina.
La historia de la NPB está llena de ejemplos de jugadores, tanto japoneses como extranjeros, que luego de registrar una temporada muy exitosa tuvieron muchos problemas o perdieron su trabajo en la siguiente por quebrantar de alguna u otra forma la armonía de su equipo.
La carrera del ganador del Premio Sawamura 2009 Hideaki Wakui, por ejemplo, se fue por un barranco en 2011 luego de que una serie de incidentes, tanto dentro como fuera del terreno, disminuyeran su efectividad y terminaran obligándolo a convertirse en relevista para poder sobrevivir.
Primero, se enfrascó en una batalla salarial con su club, Leones de Seibu, que tuvo que ser resuelta por medio de un arbitraje. Luego, una lesión afectó gravemente su rendimiento sobre el montículo y posteriormente, a finales de año, mantuvo una relación extra marital que tras hacerse pública unos meses después obligó al equipo a tomar medidas drásticas para poner la situación bajo control.
Como en lugar de disculparse el cotizado lanzador más bien decidió revelarse ante el sistema establecido, su carrera continuó cayendo en picada al punto de que hoy, si bien se mantiene activa, apenas representa una sombra de lo que alguna vez fue.
En cuanto a los jugadores latinos, además del caso del cubano Abreu también vale destacar el del venezolano Alex Ramírez, quien después de registrar 3 temporadas súper exitosas con los Gigantes de Yomiuri entre 2008 y 2010, en 2011 su manager lo convirtió en un villano por no poder mantener el mismo ritmo ofensivo que mostró en las 3 campañas anteriores.
Poco importó que la introducción de la nueva pelota oficial de la liga ese año afectara el rendimiento del 99 por ciento de los bateadores del circuito y que, a pesar de todo, el criollo todavía liderase a su club en varios de los departamentos ofensivos más importantes; el hecho de que sus números fueron mucho más bajos que los del año anterior terminaron forzando su salida del conjunto a finales de campaña.
Tanto Gómez como Mejía están todavía lejos de enfrentar un escenario similar, pero el simple hecho de que hayan alterado la armonía de sus equipos debe servirles de advertencia e invitarlos a corregir sus rumbos lo antes posible para evitar mayores problemas.
El primero ya dio un gran paso en el sentido correcto al pedir perdón y asumir la culpa de lo ocurrido. El segundo sólo necesita seguir su ejemplo.